Columna Enfoques: Inconsistencia diplomática

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La extraña decisión del Presidente y del canciller ha resultado en: 1) tensión innecesaria en una relación que siempre ha sido excelente con una nación amiga e importante en el contexto regional; 2) unidos por asociación al grupo de naciones de Alba, las que más claramente violan los principios de la democracia en el continente; 3) conflicto con la mayoría de los costarricenses, quienes no nos sentimos representados por lo actuado; 4) explicaciones que suenan “inventadas” para salirse del enredo.

Si quisieran ser consistentes con su explicación de que fue “una llamada de atención por la opacidad de algunos procesos políticos, por la impunidad en algunos casos de corrupción y por la violencia contra representantes de la oposición”, supongo que van a hacer expresiones visibles en contra de los gobiernos de Cuba, Nicaragua, Ecuador y Venezuela en foros internacionales y en términos bilaterales.

Lo peor es que las actuaciones de estas naciones en contra de la democracia –limitación a la libertad de prensa, violencia contra opositores, impunidad vergonzosa a favor de sus allegados, opacidad total de sus procesos electorales, etc.– son violatorias de principios de la ONU, la OEA y de sus propias constituciones, mientras que lo actuado en Brasil tiene un estricto apego a su constitución y leyes.

¿Quién se cree nuestro Gobierno para “llamar la atención” de lo actuado en Brasil si todo está amparado en su marco jurídico e institucional? Esta es una expresión de “arrogancia diplomática” que nos deja muy mal parados.

Para ser consistentes tendríamos que pasar la mitad de la Cumbre anual de la ONU fuera del recinto, denunciar a las naciones mencionadas ante la OEA, y —con base en esta nueva política de la arrogancia— llamarle la atención a medio mundo, empezando seguramente con Rusia, Siria, Zimbabue…

De un hombre experimentado en diplomacia como el Presidente, lo siento, pero no es aceptable, a menos que su intención fuera otra y que de verdad me gustaría conocer.