Columna Enfoques: Indignado

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Desde la explosión de la Primavera árabe, pasando por los indignados de España, el 99% de los Estados Unidos, y más recientemente por la conflagración social que vive Brasil, ha sido claro que el contrato social de las naciones –al menos en muchos países– ha alcanzado sus límites y debe ser redefinido.

El contrato social, aparte de definir la forma y costumbres que dominan las relaciones y transacciones entre miembros de una sociedad, definen en buena parte su identidad nacional y, al hacerlo, su autoestima.

Nuestro imaginario colectivo ha sido dominado por décadas como nación de paz, democracia, educación, compromiso con el ambiente, solidaridad social y en tiempos recientes como destino de inversiones, turismo y comercio internacional.

De alguna forma esta autoimagen era claramente respaldada por la Constitución Política de Costa Rica, las distintas leyes, el marco institucional y hasta por nuestra idiosincrasia.

Pero hemos perdido buena parte de nuestra identidad. Ya no somos líderes en los temas que dominan nuestro imaginario.

Cualquier tico que viaje al extranjero –sea cual sea el destino– nota inmediatamente el desgaste de nuestra identidad.

Nuestra realidad ya no es consistente con nuestro imaginario y autoestima.

Nuestro contrato social ya no está respaldado por nuestro desempeño.

Somos ingobernables y Costa Rica es superada en las dimensiones que nos hacían únicos.

Y cuando esto ocurre, el resultado es la ruptura del contrato social, la pérdida de confianza entre sectores y ciudadanos, el incremento de todos los costos de transacción en la sociedad y el resquebrajamiento del ritmo de desarrollo económico y el progreso social.

Yo, al menos, me siento indignado.

No creo en manifestaciones callejeras, pero quede anotada mi inconformidad.