Columna Enfoques: Innovación y creatividad

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En un mundo donde el progreso está relacionado estrechamente con la capacidad de encontrar soluciones inéditas, la creatividad deviene en un factor clave.

El dinamismo de la economía depende de los desarrollos tecnológicos, la salud de los avances en la ingeniería genética y la cultura está ligada al progreso incesante de las tecnologías de la información y la comunicación.

La modernidad exige ideas nuevas para el crecimiento sostenido de las múltiples dimensiones de la convivencia, la inventiva constituye el motor de las grandes transformaciones científicas y culturales.

Ante este imperativo surge la pregunta: ¿nacen las ideas necesarias de la iluminación súbita o de un trabajo paciente que requiere de método y de labor intensa?

Algunos sostendrán que la creatividad surge solo de los genios individuales que persisten en pensar que es posible alcanzar imposibles. Otros mantendrán que la imaginación creadora solo germina en el contexto de condiciones propicias para la innovación.

Es cierto que la creación implica disidencia con respecto a las ideas generalmente aceptadas, pero lo nuevo no surge de la nada, sino de la reflexión profunda sobre la realidad, de sus fronteras y sus potencialidades. La objetividad es el material sobre el que trabaja la subjetividad imaginante.

Por otra parte, lo nuevo tarda su tiempo en echar raíces y no hace desaparecer siempre a lo que le antecedió. El cine no eliminó al teatro, la televisión no hizo desaparecer al cine y la fotografía no desplazó a la pintura.

Es necesario dejar atrás el mito del héroe solitario que transforma el mundo sin ayuda. Toda gran innovación es la acumulación de miles de creaciones anónimas que contribuyen a obras colectivas.

En esta materia es importante entender que el proceso creativo es colectivo, no es fruto de iluminaciones y requiere de persistencia y duro trabajo del individuo.

Crear e imaginar no son tareas fáciles.