Columna Enfoques: La Cumbre

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Hay que mencionar que la organización estuvo impecable y que la logística se manejó a la altura de las circunstancias. Hubo algunos discursos excelentes –destaco los de Mujica y Dilma– y otros bastante mediocres. Eso es lo normal.

El gran ganador de la Cumbre ha sido el régimen de los Castro que recibió apoyo en “su negociación” –entre comillas porque el levantamiento del embargo les fue ofrecido— con Estados Unidos sin que en contrapartida se le haya exigido nada en términos de derechos humanos, libertad de expresión o ejercicio de la democracia.

Hubo declaraciones folclóricas de Evo y payasadas de Maduro: irse a dormir a Managua “por seguridad” después de alquilar un piso del Hotel Marriott y “ser recibido en las calles de Costa Rica por el pueblo entusiasmado” en lo que claramente fue un montaje con sus amigos locales.

Hubo exabruptos, como los de Ortega: respecto a la ubicación de la silla de su esposa, al tratar de cambiar la declaración acordada y al nombrar un independista portorriqueño como jefe de delegación de Nicaragua. Ganó pues se metió en los medios con su agenda y terminó “la cumbre de los ticos” antes de tiempo y en una nota conflictiva.

Lo que no hubo fue coraje de los demócratas para denunciar a los gobiernos de la región que atentan contra sus ciudadanos por corrupción, secuestro de la institucionalidad, limitación de la libertad de expresión, así como por atentar contra la vida de estudiantes y ciudadanos, limitar la acción de la sociedad civil organizada y por tanto abuso que se da bajo el liderazgo de algunos de los jerarcas visitantes.

Algo se dijo en redes sociales al respecto y muy poco en los medios locales e internacionales.

Lástima. Era una oportunidad ideal para que Costa Rica –como hizo don Pepe hace años al denunciar la traición de Fidel a la Revolución Cubana– dejara bien sentados su valores de compromiso con la libertad, la democracia, los derechos humanos y la libertad de expresión.