Columna Enfoques: Muros y miedos

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El muro de Trump, la muralla de hielo de Juego de Tronos, la malla húngara para impedir el acceso a Europa, el muro israelí en Cisjordania.

¿Que hay detrás de los muros? ¿Miedo, protección frente a la otredad, ante la diferencia? ¿Aislamiento de cara a la incertidumbre de un mundo fluido y cambiante? ¿Miedo fantasmático o reacción ante realidades geopolíticas? ¿Ficción o realidad?

El simplismo retórico y teatrero de Donald Trump frente a los mexicanos es equiparable a las pesadillas que genera la llegada del invierno en Juego de Tronos y el pánico que despiertan los caminantes blancos, especie de zombis, entre los habitantes del Reino del Norte, protegidos por la muralla de hielo, pero permanentemente amenazados por esos otros que viven más allá del muro.

En estos muros se entrecruzan lo fantástico y lo político, la falsa promesa de que el mundo externo no nos destrozará, pero también se construyen paredes internas, que nos encierran igual, frente a enemigos reales-fantásticos como la delincuencia.

Prisiones en lo interno, murallas hacia afuera para apaciguar el temor a lo extraño, a lo que nos asusta por su realidad o por la dramatización mediática. Contra lo terrible y lo apocalítico es necesario construir barreras.

Para Trump, el muro en la frontera permitiría aislarse de la amenaza externa; encerrados en su propia casa, los blancos racistas devolverían a los EE. UU. la grandeza perdida.

Irónicamente el sueño tendría que ser construido en un mundo interdependiente, donde el obstáculo material siempre será derribado por las comunicaciones, por Internet, WhatsApp y Facebook; aunque los chinos pretendan construir muros cibérneticos.

La obsesión con la seguridad y el miedo se refleja en la ficción y en la política y nos lleva a construir “estados de seguridad” a los que se transfieren poderes excesivos, a cambio de una protección ficticia, como lo demuestra el auge del yijadismo desde San Bernardino hasta París.