Columna Enfoques: Nacionalidades y generalizaciones

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¡Tenía que ser nica! ¡Mexicanos nacionalistas! ¡Argentinos arrogantes! ¿Colombiano de nacionalidad o de profesión? ¡Árabes terroristas! ¡Marero salvadoreño! ¡Sicario chapín! Y el último: ¡Mafia libanesa!

He tenido la suerte de tener amigos y la oportunidad de viajar por todas estas naciones y de todas ellas puedo mencionar gente amable, acogedora, trabajadora e íntegra.

Puesto que en esta era de redes sociales todos somos comunicadores, debemos ser muy cuidadosos —en particular los medios de comunicación— de no encasillar nacionalidades ni otros grupos definidos por raza, preferencia sexual, religión, actividad —empresario, sindicalista, funcionario público, diputado, etc.—, como si todos compartieran los atributos de los que se corrompen, fracasan, o abusan de su situación.

La gran mayoría de habitantes en todas las naciones que he visitado es buena. Y la mayoría de los inmigrantes con las que a diario compartimos escuela, transporte, trabajo, mercado y comunidad, son personas esforzadas que han sacrificado contacto con su familia y su ambiente natural y nacional para venir a nuestro país a crear valor real que nos beneficia a todos.

Podría listar gente valiosa de muchas nacionalidades que me han enriquecido como persona, han creado en nuestro país oportunidades de crecimiento, de empleo, de mercado y que con su vida y logros son motivo de orgullo.

¿Quién puede olvidar las hazañas deportivas de las hermanas Poll? ¿Quién podría cuestionar el valor del trabajo de José Zaglul al frente de la Earth? ¿Y quién puede siquiera dudar del valor del trabajo de miles de nicaragüenses, colombianos y muchas otras nacionalidades que nos permiten mantener industrias enteras que sin su aporte hubieran colapsado hace muchos años?

No generalicemos, y menos cuando de agrupar personas se trata. Al hacerlo hacemos daño a quien no lo merece y, por no pensarlo bien, afectamos a grupos de gente maravillosa con quienes tenemos la suerte de convivir.