Columna Enfoques: No a la guerra política

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Hacer política no es hacer la guerra. Una dictadura, como la de Somoza, puede hacer necesarias las armas, cuando los recursos pacíficos se han agotado y la opresión es insoportable.

En Costa Rica nadie está preso por opiniones políticas, el poder no encarcela, ni tortura, ni despoja. Los políticos cometen errores y algunos roban, pero los ilícitos no justifican la violencia y menos la muerte.

Durante la pasada campaña electoral fui testigo de un hecho horrendo en Facebook. Alguien colocó una foto de las ejecuciones de opositores al régimen iraní y pidió este tipo de castigos para los políticos. Es frecuente ver estos excesos en las redes sociales, pero esta vez fue diferente, el desborde de uno se multiplicó por decenas.

Surgieron muchos comentarios donde se pedía la muerte de los adversarios, todos querían que sus opositores fueran colgados de grúas, como lo hacen en Persia los ayatolas. El irrespeto a la vida y al debido proceso legal me produjo horror y un rechazo absoluto.

Cuando unos políticos transforman a sus opositores en enemigos de clase, de religión o de ideología, la inevitable lucha político ideológica se transforma en guerra y el oponente debe ser eliminado; el desenfreno es monstruoso, la persuasión y la discusión son sustituidas por la eliminación física.

Mucho cuidado deben tener, quienes hacen política, en no envenenar a las masas con el odio que suele terminar en genocidio. Demonizar y quitar humanidad al otro conducen siempre al holocausto.

Este episodio me hizo recordar al general De Gaulle. Cuentan que durante la revolución de mayo de 1968, la policía detuvo a Jean Paul Sartre, repartiendo propaganda subversiva. Enterado el general de los hechos ordenó su inmediata liberación, diciendo: Sartre es también Francia.

Comunistas o neoliberales nuestros oponentes políticos son costarricenses y personas, la violencia contra ellos es inadmisible.