Columna Enfoques: No juzguéis

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En los últimos días hemos asistido a desenlaces inesperados en investigaciones acuciosas de la Fiscalía y del OIJ.

El caso de Gerardo Cruz ha concluido con una hipótesis de crimen pasional y no en la acusación de un supuesto samueleador callejero, a quien apresuradamente algunos en la prensa y en la opinión pública buscaron endosarle el cruel asesinato.

Por otra parte, Justo Orozco fue sobreseído de acusaciones de abuso sexual, gracias a un acuerdo con las denunciantes.

Simultáneamente, dos curas han sido acusados por la prensa, el uno por homosexual, lo que no constituye delito alguno, y el otro por supuesta sustracción de unos fondos de los festejos parroquiales.

Los denunciados, en diversos grados, han sido lapidados en los medios de comunicación y en las redes sociales. Ante el deseo de venganza y castigo, de poco ha valido el principio constitucional de inocencia y menos aún el imperativo del debido proceso para proteger a la gente de la arbitrariedad. La pulsión punitivista trata de imponerse sobre la justicia, alentada por azuzadores que predican odio y revanchismo.

Quienes estudiamos Derecho aprendimos que toda acusación requiere de pruebas y del derecho del acusado a rebatirlas (contradictorio). La gente acusada debe ser oída y convencida en juicio, pero para algunos es más importante la condena mediática sin derecho a la defensa.

Cuántas honras destrozadas, cuántas familias avergonzadas sin causa; el acusado falsamente también es víctima. Las condenas express son peligrosas y no solo violan el derecho, sino también los principios fundamentales de nuestra civilización, encarnados en la compasión, la misericordia, la mesura y el perdón.

Ante el escarnio al que han sido sometidas estas personas, vale la pena recordar y observar el Evangelio: “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio conque juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que midáis, seréis medidos” (Mateo 7,1-2).