Columna enfoques: Ortega for ever

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Así titula el diario digital Confidencial la nota sobre la aprobación en primera legislatura de una reforma constitucional que permitiría la reelección indefinida de Daniel Ortega en la presidencia de Nicaragua.

El título alude a la frase Somoza for Ever con la que la estirpe sangrienta somocista se envanecía de su poder dictatorial.

Somoza, el último marine, tras la ocupación norteamericana, se quiso perpetuar en el poder para siempre y ese era su eslogan entreguista.

Hoy día la dinastía Ortega Murillo también quiere permanecer, gobernando de manera indefinida, brincándose leyes, Constitución y lo que sea, gracias a la concentración del poder. La estirpe de los Ortega domina los cuatro poderes del Estado, pero quiere más, lo quiere todo y para siempre.

El continuismo sandinista pretende reproducirse, sobre un falso caudillismo, mezcla de esoterismo y marxismo leninismo con amor desmedido por la riqueza personal de una familia que hace orgía con las generosas donaciones del madurochavismo.

Hemos visto en estos días cómo Nelson Mandela solo quiso desempeñarse como jefe de Estado durante un periodo presidencial, su desprendimiento y grandeza no significan nada para el guerrillero que se pasó la guerra de liberación en un hotel en el norte de Costa Rica.

Esta decisión del parlamento nicaragüense es un paso más en la ruta de una dictadura que rehúsa las vías del equilibrio de poderes, quiere acapararlo todo y continúa la construcción de un estado autoritario.

Como en tiempos de Somoza, una familia —Ortega Murillo— se apropia del poder ciudadano, en beneficio propio, y quieren reinar para siempre.

Extrañas ironías las de la historia, una revolución democrática devorada por sus hijos, reproduciendo un pasado de tiranía y violaciones de los derechos democráticos.

Tenemos que estar atentos: Ortega y Somoza son la misma cosa, ambos continúan la obra de Pedrarias, el sanguinario conquistador de Nicaragua.