Columna Enfoques: Virtudes cívicas

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Se acercan las elecciones y en el marco de una apatía ciudadana con candidatos y partidos volveremos a escuchar llamados sentimentales y vacíos.

La república romana daba importancia a tres virtudes cívicas que bien observadas podrían ayudar a un restablecimiento de la confianza en la política. Auctoritas , dignitas y gravitas eran fundamentales para los romanos.

La autoridad es un concepto que tiende a identificarse con autoritarismo, pero el concepto romano estaba lejos de eso, para ellos la autoridad era algo menos que una orden y un poco más que un consejo o exigencia de la razón. En nuestra lengua uno de los significados de autoridad es el prestigio o crédito que se concede a una persona o institución por su calidad y competencia en alguna materia, por eso, podemos hablar de autoridad académica o científica.

Los partidos y candidatos carecen de autoridad si están asociados con corrupción, incapacidad de definir buenas políticas públicas y ausencia de resultados en su gestión.

La dignidad es el valor del ejemplo, se refiere a la seriedad y al decoro en el comportamiento de los actores políticos.

El actor que se contradice continuamente y que cae en el insulto y la campaña sucia no logra la identificación con su propuesta, el ciudadano exige decencia básica, aunque algunos se especialicen en despertar las bajas pasiones y obtengan éxitos efímeros.

La gravedad se relaciona con la seriedad y la prudencia del discurso, con el peso de la palabra, la gente quiere planteamientos de fondo y no consignas. El ciudadano quiere ir más allá de la superficialidad de alguna publicidad que se vende como capaz de incursionar en el marketing político. La narrativa política debe buscar el respeto y ser comedida, so riesgo de continuar promoviendo la desconfianza en la misma política.

Carentes de autoridad, dignidad y gravedad los actores políticos dejan el campo abierto para que cualquier improvisado tome el poder.