Columna Enfoques: Vivan los chinos

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Hace unos años, opuesto a un brote de xenofobia, escribí un artículo titulado “Vivan los nicas”; hoy, frente a un fenómeno parecido, llamo a respetar la diversidad.

Los chino-costarricenses etiquetados despectivamente como orientales son costarricenses, sus ojos rasgados no los incapacitan para ningún oficio o para desempeñarse en la economía, pueden comprar gasolineras, minis, supermercados, periódicos, hoteles...

En una sociedad pluralista la pertenencia étnica es una carta de recomendación, no una vía para la exclusión. Lo diverso enriquece.

Los chinos ocupan un lugar en nuestra historia, desde que colaboraron en la construcción del ferrocarril al Atlántico, se han incorporado al tronco de la vida nacional de manera creativa y valiosa. Ahí están Isidro Con Wong y Franklin Chang, muestras contemporáneas de su contribución.

De mis tiempos universitarios recuerdo a mi maestra Hilda Chen Apuy defensora de nuestra soberanía y de la libertad de pensamiento. Mi médico personal es chino-tico, brillante y amigo. Uno de mis vecinos más apreciados es un dentista de origen chino casado con una prima mía.

Los chinos actúan con excelencia en universidades, empresas y profesiones; quienes pretenden apartarlos de la vida nacional son miopes y pecan del racismo más oscuro.

Los costarricenses somos una mezcla de nicas, negros, chinos, indígenas, europeos y, últimamente, de gringos surfeadores que se han quedado envueltos en la magia de nuestras olas. Este arroz con mango es nuestra fortaleza y no necesitamos refugiarnos tras de muros para continuar nuestro camino por la Historia.

No nos importa mezclarnos con lo diferente, como dice la bella canción de Ana Belén: “Contamíname, mézclate conmigo, que bajo mi rama tendrás abrigo”. En Costa Rica tienen cobijo todos los colores, olores y gustos.

¡Ah!, se me olvidaba… para los creyentes: chinos, blancos, negros y homosexuales también son hijos de Dios.