Dale con el ROP. (Parte II)

La devolución de estos recursos es la ilusión que los ciudadanos están cultivando, y que algunos les están vendiendo

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La propuesta que algunos impulsan para que se entregue el ROP, me recuerda una historia que recoge uno de los mejores libros que se haya escrito. Se trata de Las 48 leyes del poder, de R. Greene.

Se cuenta que Venecia era la ciudad-estado más próspera y rica de Europa en el Renacimiento, gracias al dominio de las rutas comerciales de Oriente. Sus habitantes disfrutaban de amplias libertades para desarrollar negocios y eran la envidia del continente.

El panorama cambió con el descubrimiento de América, que desplazó el poder a España y Portugal. Los venecianos fueron presa de la depresión, tras la quiebra de algunas de las familias nobles más destacadas, junto con el cierre de los bancos. Los años de gloria quedaron atrás, y su esperanza era que aquello solo fuera una jugada pasajera del destino.

En ese contexto, llegó en 1589 el rumor de un personaje muy peculiar, conocido como “Il Bragadino”, cuya especialidad era convertir cualquier materia en oro, mediante el uso de una sustancia secreta.

Necesitaban una ilusión

Conforme más referencias llegaban, más se alimentaba la expectativa de que la ciudad volvería a brillar con su presencia. Bastaría con invitarlo a radicarse en Venecia. El sueño se intensificó solo saber que el duque de Mantua también quería hacerse con los servicios del distinguido ciudadano. Al final, la puja la ganaron los de Venecia, ofreciéndole cubrir los costos de su lujosa vida.

El resto de la historia la podrán adivinar. ¿Cómo cayeron en una treta tan burda los venecianos más distinguidos? Simple: necesitaban una ilusión, volver a soñar. Y apareció quien les alimentó ese sueño, lo que de paso le dotaba de gran poder.

La devolución del ROP es la ilusión que los ciudadanos están cultivando, y que algunos Bragadinos les están vendiendo. Es el sueño de volver a vivir un pasado de aparente prosperidad y fulgor.

Con la devolución del ROP les pasará igual que a los venecianos. Los Bragadinos desaparecerán, y con ellos, los recursos, y desde luego la ilusión.