Editorial: Fieles al mismo norte

Una coyuntura económica tan complicada como la actual demanda de un periodismo riguroso, veraz y útil para la toma de decisiones

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Nació El Financiero, un cuarto de siglo atrás, en una época de cambios significativos en los diferentes ámbitos del desarrollo de Costa Rica; espíritu transformador que se ha mantenido vigente tanto en el país como en este medio de información especializada en negocios, finanzas, tecnología y economía y política. Lo que se mantiene igual, a pesar del brío de las metamorfosis, son los fines y compromisos que esta empresa periodística, parte de Grupo Nación S. A., adquirió en el editorial de su primera edición: 13-19 de marzo de 1995 (texto que reproducimos de manera íntegra en la página adjunta).

Perduran nuestra firme defensa de las libertades individuales, el respeto a los demás, la democracia y sus instituciones, la solidaridad, la innovación y la competencia. Igual de vigente se mantiene nuestra vocación de servir como una herramienta de trabajo útil para quienes toman decisiones en sectores claves y estratégicos para el progreso de nuestra nación.

Merece la pena reproducir aquí el antepenúltimo párrafo de aquel editorial: “El Financiero es un medio de prensa independiente, sus propósitos y orientaciones son nítidos y transparentes. Su tarea se realiza mediante un periodismo ágil, innovador y prudente. Es un medio serio, responsable y pluralista, abierto al diálogo“.

EF abraza, como lo ha hecho desde el primer día, la “vocación por lo correcto“ y el ejercicio del periodismo honesto que tanto proclamó y defendió Joseph Pulitzer (1847-1911), uno de los más destacados y prestigiosos periodistas y editores de la historia. De origen húngaro-judío y naturalizado estadounidense fue el fundador de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia en 1912 y del más pretendido reconocimiento en el mundo del periodismo: Premio Pulitzer.

“Sin unos ideales éticos, un periódico podrá tener éxito, pero no sólo perderá su espléndida posibilidad de ser un servicio público, sino que correrá el riesgo de convertirse en un verdadero peligro para la comunidad“, sostenía Pulitzer. También afirmó lo siguiente: “Los periodistas necesitamos un sentimiento de clase: uno basado no en el dinero, sino en la ética, la educación y la reputación“.

¿Implica lo anterior que El Financiero es infalible? La respuesta es no. Se trata de un periódico honesto y riguroso, pero no por ello es -como sucede en cualquier actividad humana- inmune a los errores. Eso sí, si bien nuestro equipo de periodistas hace el mejor esfuerzo por evitar yerros e inexactitudes, no tenemos reparo en reconocerlos, aclararlos y corregirlos cuando así lo amerita. Lo demanda nuestro compromiso con la verdad.

Aspirar a decir la verdad

Nuestros reporteros se sienten identificados con las palabras de Judd Mulvaney, el periodista de la novela Qué fue de los Mulvaney, de la escritora estadounidense Joyce Carol Oates: “Soy de los que aspiran a decir la verdad y espero hacerlo siempre con honestidad“.

Ese ha sido el norte que nos ha guiado desde el ejemplar con el que nacimos en el mercado costarricense, cuyo tema principal daba cuenta de la intensa agenda de negociación política que aguardaba a la administración Figueres Olsen (1994-1998) con tal de convencer al país sobre la necesidad de adoptar medidas para controlar el gasto público y aumentar los impuestos.

Los mismos fines y compromisos han prevalecido en la cobertura del rompimiento del monopolio estatal de las cuentas corrientes (1996); la visita del entonces presidente de EE. UU., Bill Clinton, a Costa Rica (1997); las defraudaciones con los Certificados de Abono Tributario (1998); el cierre de la empresa de lácteos Nestlé-Borden (1999); el crecimiento comercial del oeste de San José (2000), el plan de crear el Corredor Logístico Centroamericano (2001); los intentos por abrir el mercado de las telecomunicaciones (2002); las negociaciones del TLC entre Centroamérica y Estados Unidos (2003); la necesidad de romper el monopolio de la comercialización de seguros (2004), y el calvario para adquirir Internet Avanzada (2005).

Además, la llegada de Wal-Mart a Centroamérica (2006); el primer año del sistema de bandas cambiarias y el debate en torno a la flotación (2007); la evolución de la telefonía celular en el país (2008); los desafíos de la economía costarricense en medio de una crisis financiera internacional (2009); la ampliación del Aeropuerto Internacional Juan Santamaría (2010); la baja bancarización de las mujeres (2011); el importante crecimiento de Fifco; el inicio del acuerdo comercial con la UE (2013); la colocación de eurobonos para cubrir las deudas del Gobierno (2014), y el inicio de la operación de UBER (2015).

Y, en años más recientes, la formación que requiere el trabajador del futuro (2016); la crisis de las pensiones del Poder Judicial (2017); el pobre legado del gobierno de Luis Guillermo Solís (2018); la necesidad de reducir el tamaño del Estado (2019) y los apuros del Gobierno para frenar la deuda pública (2020).

Un cuarto de siglo y seguimos fieles al norte con el que nacimos, máxime en una coyuntura económica tan complicada como la actual, que demanda de un periodismo riguroso, veraz y útil para la toma de decisiones.