El encuentro es el mensaje

El punto focal del viaje fue el encuentro con Ali Sistani, uno de los estudiosos más importantes del mundo chiita

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El viaje del Papa Francisco a Iraq revela un hombre valiente y firme en sus principios de promoción de la paz y la tolerancia.

Los riesgos de ir a Bagdad no solo giraron en torno a su seguridad personal, recientes ataques terroristas hicieron dudar de la conveniencia del viaje a un país desgarrado por la guerra, el terrorismo y la intolerancia religiosa.

Empero en el mismo Vaticano surgió oposición, pues sectores conservadores han acusado al Papa argentino de herejía y relativismo teológico por promover el diálogo con el Islam, estas voces sostienen que colocar a todas las religiones sobre un mismo plano equivale a renunciar a la salvación por medio de Cristo.

Los peligros eran evidentes pero al Papa le sobró coraje y emprendió el periplo en busca de objetivos concretos, afirmando una visión del mundo centrada en la fraternidad y alejada del extremismo religioso, su compromiso provoca profundo respeto.

Ya en el 2019 el Papa y el Gran Imán de la universidad de Al-Azhar, Ahmed Al Tayyeb, firmaron la Declaración de Abu Dabi, documento centrado en afirmar la hermandad de la familia humana, más allá de las diferencias religiosas. Este encuentro con un líder destacado de la rama sunita del Islam se complementa ahora con el acercamiento de Francisco a la familia chiita de los seguidores de Mahoma.

El viaje a las tierras bíblicas de Mesopotamia tuvo como objetivo confortar y apoyar los cristianos (caldeos, asirios, siriacos, católicos, ortodoxos) de esos lugares, perseguidos cruelmente por el terrorista Estado Islámico, pero también para dialogar con el Gran Ayatola Ali Sistani, personalidad religiosa prominente del seminario de Nayaf, pero líder influyente en el espacio público iraquí.

Fue la primera visita de un Papa a la tierra de Abraham, patriarca que reclaman los cristianos, judíos y musulmanes. Aparte de su encuentro con las autoridades políticas del país, se trataba consolar y dar fuerza a los perseguidos.

El punto focal del viaje fue el encuentro con Ali Sistani, uno de los estudiosos más importantes del mundo chiita y conversaron sobre los grandes temas de la justicia, la tolerancia, el estado de derecho y los derechos fundamentales, agradeciendo el obispo de Roma el papel desempeñado por el ayatola en la protección de los cristianos iraquíes.

El intercambio giró en torno al pluralismo étnico, religioso y cultural, sintetizado por el Papa jesuita en su viaje de regreso: “La fraternidad es la igualdad. Sin igualdad no podemos avanzar. Tu eres humano, hijo de Dios, eres mi hermano, punto”.

La conclusión del Papa sobre su interlocutor fue impresionante: “Sentí el deber de este peregrinar de fe y de penitencia, de ir a encontrar a un hombre sabio, a un hombre de Dios. Simplemente al escucharlo se percibe esto. Es una persona que tiene la sabiduría y la prudencia”. Los círculos fundamentalistas del Vaticano estarán perturbados por estas afirmaciones.

Las consecuencias geopolíticas del viaje son importantísimas, tanto desde la perspectiva del gran juego de las potencias, como de las confrontaciones regionales.

Es claro que el Vaticano se opuso a la invasión norteamericana de Iraq en 2003 y ahora ese rechazo a la injerencia se expresó en frases de Bergoglio afirmando la soberanía de Iraq, criticando las presencias extranjeras y a los comerciantes de armas: “¿Quién vende las armas a estos destructores? Porque las armas no las hacen ellos en casa. Así que, ¿quién se las vende? ¿Quién es el responsable?.”

El pontífice, por otra parte, definió su viaje como un viaje de penitencia y reparación por los errores de Occidente. Aludiendo a los intereses externos, señaló que estos son indiferentes a la población local, objeto de manipulaciones geopolíticas y de intereses económicos. El Papa pidió perdón al cielo y a los iraquíes por tanta crueldad y destrucción.

La diplomacia vaticana goza de gran independencia y flexibilidad geopolítica, dada su carencia de intereses materiales directos, pero goza de autoridad moral y una base de mil doscientos millones de fieles.

Stalin, en 1935, preguntó en tono de burla, ante la petición de un diplomático francés para reducir la represión de los católicos y aplacar el disgusto del Papa, “¿Y cuántas divisiones tiene el Papa?”. La Unión Soviética ya no existe, Stalin es un déspota rechazado por sus crímenes y los papas siguen teniendo influencia geopolítica, como en el rol desempeñado por el Vaticano en el acercamiento de Cuba y los EE. UU.

En términos de la diplomacia vaticana el diálogo con el islam sunita tenía que ser equilibrado con la conversación con los chiitas, lo que significa también un reequilibrio en la relación con las potencias regionales, Arabia Saudita,Turquía e Irán.

Israel no podía quedar afuera de las consecuencias geopolíticas, pues la presencia del Irán chiita en Irak y en la región (Hezbolá, el partido de Dios) es vista negativamente por Tel Aviv. Sin embargo, las pláticas del Papa no fueron con el Ayatola Kamenei, líder supremo iraní o en el seminario de Qom, sino con el ayatola Ali Sistani y en las cercanías del seminario de Nayaf.

La visión de ambas corrientes chiitas es diferente. Kamenei sigue la línea teocrática de subordinación del poder civil al religioso, mientras que Ali Sistani aboga por un estado no confesional.

La visita de Francisco deja múltiples consecuencias tanto políticas como religiosas. Una de las más importantes es la denuncia del terrorismo como un abuso de la religión. El papa señaló que la blasfemia más grande es profanar el nombre de Dios fomentando el odio del hermano, para el pontífice el extremismo y la violencia no nacen de un alma religiosa, sino que constituyen traiciones a la religión.

La gran conclusión del periplo papal puede extraerse de las mismas palabras del obispo romano sobre la paz como inseparable de la justicia para asegurar la equidad y la promoción de todos, empezando por los más débiles.

La paz —dice el Papa—: " …no exige ni vencedores ni vencidos, sino hermanos y hermanas quienes, a pesar de las incomprensiones y heridas del pasado, caminan del conflicto a la unidad. No habrá paz sin pueblos que tiendan la mano a otros pueblos. No habrá paz mientras los demás sean ellos y no parte de un nosotros. No habrá paz mientras las alianzas sean contra alguno, porque las alianzas de unos contra otros solo aumentan las divisiones”

Atrás deberán quedar el recuerdo de las cruzadas, los resentimientos por el colonialismo explotador, el terrorismo asesino que mata en nombre de Dios y las invasiones que han desequilibrado y desgarrado el Medio Oriente.

El viaje del Papa no resolverá los dilemas geopolíticos, y estratégicos, pero introduce una esperanza de reconciliación regional en medio del desorden del sistema internacional, lo que impone desactivar política y éticamente los focos de conflicto para evitar conflagraciones mayores.

El encuentro de ambos líderes es el mensaje para el futuro.