La dictadura Ortega-Murillo sigue el guión elaborado en Moscú por el nuevo zar Vladimir. La tradición autoritaria iniciada en Nicaragua por el gobernador Pedrarias continúa con la dictadura somocista y ahora con otra estirpe sangrienta sintonizada con Moscú.
El despotismo de la pareja gobernante es mezcla de la brutalidad de los conquistadores, con un legado colonial despótico, las inclinaciones tiránicas de élites tradicionales y el totalitarismo leninista cubano, inscrito en el alma guerrillera.
La persecución política que sufren hoy precandidatos, periodistas y líderes de la sociedad civil, tiene una nueva inspiración: la teoría de la democracia soberana del zar moscovita.
Elecciones como maquillaje, pero radical ausencia de libertades públicas, cero libertad de expresión, asociación política, libertad de prensa y descalificación de candidatos a la presidencia. Estado policial ruso que encarcela, asesina y envenena a sus opositores en nombre de la soberanía y la autodeterminación.
Como lo ha señalado el politólogo inglés, Timothy Garton Ash, la diferencia entre una democracia y la democracia soberana de Putin es la misma que entre una camisa y una camisa de fuerza.
Daniel Ortega con una represiva ley etiqueta como traidores a la patria y terroristas a todos los que disienten de la voluntad de su dinastía, haciendo así una adaptación servil de los delirios del Kremlin.
No es casual que en el mismo momento en que la cruel arremetida dictatorial se ensaña con los demócratas nicaragüenses, el ministro de la guerra ruso hable de enviar ayuda a la oprobiosa tiranía familiar, creando un punto de fricción adicional en su rivalidad con los Estados Unidos y una amenaza de seguridad para nuestros países centroamericanos.
Los orteguistas, antes inspirados en la dictadura del proletariado, hoy siguen el libreto de la autocracia derechista, nacionalista y homofóbica de Putin, e instauran otra infame dictadura.