Enfoques: Tentación plebiscitaria

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Un presidente con abundante capital político propio, pero con extrema minoría en el Parlamento puede verse tentado por el llamado al plebiscito.

Una exitosa campaña electoral centrada en la persona de don Luis Guillermo puede despertar tentaciones mesiánicas, cuando la intención de cambiar al país se vea limitada por una oposición vigorosa.

El llamado directo a la gente pasando por encima a los políticos es seductor, cuando se parte de un triunfo avasallador en la segunda ronda.

Dichosamente, existen las vías constitucionales para consultar a la ciudadanía, ante las cuales debe rendirse el llamado a la democracia de la calle, propiciador del desorden y la irracionalidad.

El uso de las instituciones de la democracia directa debe ser prudente y moderado. La consulta directa a la ciudadanía tiende a producir elecciones simplistas y polarización sociopolítica.

La participación ciudadana es sana y necesaria, pero utilizada sin medir las consecuencias provoca divisiones profundas y enfrentamientos.

Transcurridos seis meses de gobierno no faltarán cantos de sirena que llamen al Gobierno para que avance plebiscitariamente saltándose la ruta legislativa.

Con buen tino y talante democrático, el Presidente hará bien en rechazar estos consejos, orientados a evitar el debate parlamentario para sustituirlo por emociones encendidas en un marco de confrontación.

La búsqueda de entendimientos, la conversación democrática, el diálogo y la conformación de alianzas puntuales pueden lograr acuerdos que faciliten la tarea gubernamental sin necesidad de escenarios que agudicen las contradicciones y empujen al país hacia escenarios de conflicto.

La consulta popular debe usarse en situaciones de extrema gravedad, no como instrumento cotidiano para gobernar. El debate abierto, sosegado y reglado en el Parlamento no puede ser suplantado por opciones de blanco y negro que enturbien la riqueza de matices y colores.