Gorbachov, un hombre de paz

El último líder de la URSS descartó el uso de la fuerza para impedir la disolución de una potencia

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Personaje complejo, controvertido y disruptivo. Más allá de sus acciones, el análisis cobra relevancia al examinar las consecuencias geopolíticas que desencadenó, así como el componente liberador que las articuló.

Parte de esos efectos, es que un total de 15 repúblicas soviéticas de Europa, el Cáucaso y Asia Central alcanzan el derecho a la autodeterminación. Las llamadas democracias populares de Europa Central y del Este, adquieren su independencia y cesan de sujetarse a la amenaza de invasiones moscovitas, como en Hungría (1956) y Checoeslovaquia (1968).

Gorbachov descartó el uso de la fuerza para impedir la disolución de una potencia asentada en bayonetas, represión política e ineficiencia económica, incapaz de satisfacer las necesidades del pueblo. El desplome del imperio soviético, presidido por un hijo de campesinos, se origina en causas más lejanas. Los 70 años de reinado bolchevique, dominados por lo que Lenin llamó la brutalidad de Stalin, significaron represión y escasez.

Durante la Gran Purga fueron ejecutados bolcheviques que participaron en la Revolución de Octubre. De los seis miembros del Politburó original, solo Stalin sobrevivió, cuatro fueron ejecutados y Trotski fue asesinado en México.

Stalin promovió el totalitarismo, obligó a la industrialización pesada, acabó con la agricultura y con millones de campesinos. El autoritarismo de los zares palideció ante un Estado que funcionó bajo secretismo y donde la disidencia se penó con cárcel, exilio en Siberia o muerte. La dictadura del proletariado se transformó en dictadura sobre el proletariado.

La invasión nazi permitió a Stalin movilizar el nacionalismo ruso frente al fascismo. Rusia sufrió pérdidas enormes, pero surgió como superpotencia y se inició la Guerra Fría, donde compitieron dos modelos, el pluralismo político y la economía de mercado, frente al partido único y la economía centralmente planificada.

Muerto Stalin, su sucesor, Nikita Jrushchov, critica al estalinismo (1956), pero lo desplaza la vieja guardia comunista que intentó la expansión global (Cuba, Angola) y una confrontación con los EE. UU. Llegada la década de los años 80, es evidente que la economía centralizada no fue capaz de dar bienestar al pueblo soviético y tampoco sostuvo el esfuerzo militar frente a Reagan. Desde una perspectiva de política interna, la represión se agudiza y la gerontocracia moscovita se paralizó.

En este contexto surge Gorbachov, cuya primera intención era reformar el comunismo, pero aceleró el colapso del imperio al aplicar las políticas de Perestroika y Glasnost. La primera, buscaba la reestructuración económica; la segunda, apertura política y cultural.

La Perestroika descentralizaría la economía para introducir mecanismos de mercado dinamizadores. Empero, los resultados produjeron un capitalismo salvaje, la privatización de activos estatales enriqueció a los jerarcas de los organismos de seguridad. El desorden económico agravó las condiciones de vida de los rusos, generando una reacción contra Gorbachov, después de grandes ilusiones.

La apertura política y cultural, Glasnost, fue pletórica. Desaparecieron tabúes políticos, se publicaron estadísticas sobre los problemas sociales, queda al descubierto la historia rusa oculta bajo el estalinismo. Los rusos pudieron comunicarse con el extranjero, aparecieron revistas y periódicos independientes, se liberó la palabra y la sociedad, surgieron varios partidos políticos, se organizaron las primeras elecciones presidenciales.

Países sometidos al imperio soviético vieron la luz, la liberación del totalitarismo, la ola independentista se extendió desde el Mar Báltico hasta el Asia Central. Gorbachov puso fin, además, a una década de guerra en Afganistán que desangró a la URSS y cobró la vida de 15.000 soldados. En todo este proceso libertador y contrariamente a la brutal práctica de sus antecesores, el político ruso renunció al empleo de la fuerza para impedir el colapso imperial soviético, lo que salvó millones de vidas.

La distensión con los EE. UU. requirió una aguda actividad diplomática por parte del inquilino del Kremlin. Sus reuniones con Reagan en Ginebra y Reikiavik relajaron las tensiones e incidieron sobre el desarme, como fueron los controles establecidos en el Tratado Start o los límites a los misiles de alcance intermedio.

Otra gran contribución fue su apoyo a la reunificación alemana, que selló una fase crucial de la política europea y del final de la Guerra Fría. El restablecimiento de las relaciones diplomáticas con el Vaticano, rotas desde 1923, constituyó un paso importante para la libertad religiosa.

Aparte del derrumbe del imperio soviético, la acción de Gorbachov marcó el fin de la ideología comunista que se pretendía ciencia de la historia. Del comunismo no quedan en Rusia sino nostalgias, y el partido único del proletariado fue sustituido por un autócrata represor, conservador y guerrerista que se legitima con el nacionalismo ruso, no con la misión universal del proletariado y la revolución mundial.

Gorbachov afirmó su vocación de hombre de paz y produjo un punto de inflexión en la historia universal. Su contribución es enorme, la humanidad le estará siempre agradecida.

El autor es politólogo.