La apreciación de nuestra moneda

El hecho de que el precio del colón tenga un valor distorsionado, no tendría efectos tan perniciosos si todos los precios se hubieran ajustado igualmente a la baja

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Leí cuidadosamente el editorial de El Financiero, “2020: el vaso medio lleno”, publicado recientemente.

Me preocupó sobremanera que no se comentó uno de los problemas delicados que enfrenta la economía nacional y, concretamente, el debilitamiento en el crecimiento de la producción interna debido a la apreciación que ha experimentado, en los últimos años, nuestra moneda de curso legal, el colón.

De todos es conocido que, para una economía tan abierta a las relaciones económicas internacionales, el precio de la moneda nacional es de la mayor importancia. Siempre, o casi siempre, las autoridades insisten que ese precio debe ser un precio de equilibrio económico.

En nuestro caso, primero, los bancos y las empresas privadas se endeudaron en el exterior generando una corriente de moneda externa hacia el país. Posteriormente, en los últimos años, el Gobierno decidió financiar buena parte de su déficit fiscal en moneda externa y esto ha distorsionado el valor del colón por los ingresos de capital que han llegado atraídos por las altas tasas de interés que paga el Gobierno para financiar su déficit.

El país ha venido perdiendo competitividad comercial, tanto en las empresas que exportan bienes y servicios a otros mercados, como en las empresas nacionales que producen bienes para el mercado doméstico.

En términos muy simples, un tipo de cambio apreciado como el que tiene nuestro país promueve la importación de productos de otras naciones y “castiga” la producción local, sea para el mercado doméstico o para los mercados externos.

En un breve estudio que realicé hace pocos meses, me encontré con cifras muy preocupantes y reveladoras. En el periodo de julio 2009 a julio 2019 (10 años) el colón se había apreciado nominalmente en más de 3,0%, cuando el tipo de cambio pasó de ₡590 por dólar de los Estados Unidos a ₡570. En ese mismo periodo, las monedas de algunos países con los cuales Costa Rica compite se habían devaluado, nominalmente, de modo importante.

Tal es el caso de México, con una devaluación del 45%; Colombia, de 54%; Perú, de 11%, y Chile, 32%. Esto ocurrió en un periodo en el cual las inflaciones en estos países y Costa Rica eran muy parecidas, oscilando entre 34% y 42%. O sea, mientras otras naciones ajustaron la tasa de cambio al alza, nosotros teníamos un tipo de cambio a la baja.

Obviamente, esta realidad ha afectado adversamente la competitividad comercial del país y por consiguiente los productores nacionales han venido perdiendo terreno tanto en la producción exportable como en la producción doméstica.

No hay que ser un economista de muchas luces para saber que Costa Rica se ha convertido en un país “sumamente caro”. Esto, también, se debe a la apreciación de nuestra moneda.

Efecto desalentador

Cuando se analizan las cifras para los tres últimos años, la economía nacional muestra una clara tendencia de debilitamiento en la producción doméstica. En buena medida, este debilitamiento en la tasa de crecimiento de nuestra producción es consecuencia a la apreciación que ha experimentado la moneda nacional en los últimos años. Este fenómeno empieza a afectar otros elementos muy importantes de la economía nacional como el turismo y la inversión extranjera productiva.

No solo pierden competitividad las empresas exportadoras de bienes y servicios, sino también, y esto es lo más preocupante, los productores nacionales para el mercado doméstico al tener enfrentar una competencia muy fuerte de los exportadores de otros países que han ajustado nominalmente el tipo de cambio. El efecto más preocupante de este problema es el aumento en las tasas de desempleo de la fuerza laboral, con casi 300.000 costarricenses desempleados y 46% de empleos informales.

El Gobierno, con justa razón, ha reiterado que quiere reactivar la producción nacional de modo que se generen más inversiones productivas y mayores oportunidades de trabajo, y de esta manera disminuir la tasa de desempleo y el estancamiento en el ingreso real de las familias.

Sin embargo, la paradoja, es que mientras el Gobierno quiere buscar estos loables objetivos, su política de financiamiento del déficit fiscal conduce exactamente a lo contrario. Esto es, a una apreciación mayor del colón, distorsionando su “verdadero” valor. Esta situación crea las condiciones necesarias para mayores inversiones privadas. En las condiciones actuales no hay otra opción viable para acelerar la actividad económica y crear más empleos que no sea a través de mayores inversiones productivas.

La apreciación de la moneda local no tendría efectos tan perniciosos si todos los precios se hubieran ajustado igualmente a la baja. Esto es, las tarifas eléctricas, servicios de comunicaciones, alquileres, combustibles, peajes e inclusive los salarios y cargas sociales.

Pero lo grave de este tema es que mientras el precio de nuestra moneda tiene un valor distorsionado, a la baja, el resto de los bienes y servicios que, se comercializan en la economía doméstica, no han tenido un ajuste en la dirección que ha experimentado el tipo de cambio.

Concluyo este breve comentario presentado las cifras para la economía local durante el año pasado. El tipo de cambio, que era el 1º de enero del 2019 de ₡610 por US$1, pasó a ₡573 por US$1 al 31 de diciembre del 2019. Esto significó una apreciación de 6,0% en los últimos doce meses.

Por otra parte, según las autoridades la inflación medida por el índice de precios al consumidor, al mes de noviembre, tenía una tasa interanual de 1,9%. En términos muy simples, esto significa una presión muy fuerte para los productores locales que ven una disminución en sus ingresos medidos en dólares, en tanto hay un aumento en sus costos también medidos en dólares.

Obviamente, este es un efecto que desalienta la producción interna y desde luego, por razones obvias, la inversión productiva nacional. Si esto no se corrige no habrá posibilidades de reactivar la economía nacional y disminuir las tasas de desempleo.