La jarana sale cara, o el triste caso de tratar inclusión y calidad como opuestos

En algún momento la calidad fue quedando postergada como un “deseable” segundo objetivo que no llegaba a desarrollarse

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Los resultados de las pruebas de Fortalecimiento de Aprendizajes para la Renovación de Oportunidades (FARO) pueden ayudar a guiar el urgente e intenso proceso de nivelación y de los aprendizajes no logrados durante este periodo de la pandemia –y más atrás—al brindar información reciente y global. No obstante, también han estimulado un discurso reiterado, en el que se posicionan como antagonistas dos aspiraciones nacionales: calidad e inclusión.

Por décadas, el país se concentró en ampliar coberturas, es decir, incorporar al sistema educativo a todas las personas en edad de estudiar. Sin embargo, en algún momento la calidad fue quedando postergada, como un “deseable” segundo objetivo que no llegaba a desarrollarse. Los múltiples esfuerzos de “incluir” a todos y todas, con frecuencia generan la idea de que una vía es bajar “la barra”, es decir ceder en la calidad de la educación, como si fuera un pulso entre dos dimensiones excluyentes: una u otra. Cuando son dos caras de una misma moneda.

La realidad es que tenemos una inclusión parcial, y en muchos casos nominal, aunque las cifras de cobertura, es decir, de los que ingresan inicialmente a la educación sean halagüeños. La inclusión es mucho más que vencer una barrera de acceso. Demanda un esfuerzo diseñado expresamente para nivelar, de manera que todas las personas puedan avanzar en sus aprendizajes en condiciones de relativa equidad y calidad.

Una idea que se contempla de otorgar el bachillerato a miles de estudiantes que no lo tienen por distintas razones —aunque muchos llevan años intentándolo—mediante proyectos, podría desembocar en esta falsa disyuntiva de escoger entre calidad e inclusión.

Mal camino tomaríamos si la nivelación frente al apagón educativo, o como quieran llamarle, se va por esa vía. Estaremos engañando a las nuevas generaciones con el fin de registrar en el papel y en el discurso político un “completado”. Pero es un engaño, no solo injusto y cruel para estas personas, sino que es una especie de jarana que nos saldrá cara, como dicen los niños al jugar. La educación de hoy define la economía, la cultura y hasta la democracia que tendremos mañana.