Lecciones de una huelga

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La huelga promovida por Sintrajap deja valiosas enseñanzas.

La firmeza paga. El presidente Solís se movió rápido en defensa de la seguridad jurídica, logrando que los puertos continuaran operando y no se dañara la producción.

La modernidad no se rechaza. El vigor del comercio internacional exige puertos al día. Una empresa que opera en 53 países garantiza ese progreso.

La parte no debe anteponerse al todo. Los intereses de las cúpulas sindicales no están por encima de las necesidades de Limón y de Costa Rica.

La legalidad se respeta. Los sindicalistas, reinstalados por los tribunales, agotaron todos los recursos legales en contra de APM Terminals, pero cuando la legalidad no los favoreció, recurrieron a las vías de hecho.

El lenguaje inflamatorio es peligroso. Los adjetivos violentos provocaron barricadas, detenidos y quema de furgones. Eso no es costarricense.

La rigidez es dañina. Aferrarse a una interpretación de una cláusula, no objetada por los tribunales, impidió la ejecución de medidas importantes propuestas por el Gobierno.

La solidaridad sindical es frágil. Los sindicatos del Valle Central fueron a Limón a expresar su solidaridad, pero ninguno se fue a la huelga por sus colegas limonenses.

La solidaridad universitaria es tenue. Los universitarios, una vez suspendidos los recortes a su presupuesto, no se lanzaron a las calles.

El Frente Amplio no apoyó la insurrección a pesar de su intervención en el conflicto. Los frenteamplistas mediaron y no endosaron el radicalismo de la dirigencia del sindicato. Un paso atrás, dos adelante, como aconsejaba Lenin.

El llamado a la independencia reflejó desesperación. Transformar a Limón en república independiente, fue una temeraria bravuconada.

Respetar las leyes, caminar por la ruta de la modernidad no es antagónico con el bienestar de Limón, con una visión progresista del desarrollo, como lo ha apuntado recientemente el señor Presidente.