Luces para el apagón educativo

¿Hay un plan para la transición y no dejar abandonadas a las actuales generaciones, ya golpeadas por la pandemia?

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La educación se está transformando en una disciplina con una base científica cada vez más amplia, particularmente en las neurociencias y en las ciencias cognitivas, así como en un uso estratégico de las tecnologías digitales. Esta evolución se va dando sin abandonar sus raíces epistemológicas y metodológicas, pero ajustándolas y enriqueciéndolas profusamente con los grandes avances que se están dando en el conocimiento de cómo funciona nuestro cerebro, cómo aprendemos y recordamos, y cómo las tecnologías pueden facilitar elementos pedagógicos, didácticos y administrativos en los sistemas educativos.

Lo anterior hace necesario trabajar decididamente en la transformación profunda de las carreras de educación y sus procesos de acreditación. ¿Cuenta el país con los cuadros profesionales especializados y suficientes para realizar este cambio, o hay que armar un plan para tenerlos? ¿Existen las condiciones para que, de contarse con ese equipo líder, puedan desplegarse los giros y correcciones que ocupa el sistema de formación de educadores?

Preocupa que, aunque las preguntas anteriores se contestaran afirmativamente, y comenzáramos la transformación mañana mismo, los resultados a nivel de docentes preparados, se estarían viendo por primera vez en un plazo cercano a los cinco años, y de ahí a que una primera cohorte de estudiantes complete un ciclo en esta nueva educación, cerca de 12 años. Cabe preguntarse entonces: ¿Hay un plan para la transición y no dejar abandonadas a las actuales generaciones, ya golpeadas por la pandemia? ¿Hay alternativas para acelerar el proceso? En la historia patria se pueden encontrar algunas pistas. Pero sin duda el mensaje urgente es que no podemos perder más tiempo.

El debate nacional que hemos tenido en los últimos tiempos sobre la educación que tenemos en contraste con la que necesitamos tener –aun tímido a mi juicio—, debe considerar seriamente estos elementos, y plantearse concretamente cómo empezar a construir con carácter de urgencia luces que puedan iluminar el “apagón educativo” que enfrentamos.