Marcando el Norte: Etiquetado ambiental de productos

El ‘Future Consumer Index’ expuso que el 84% de los consumidores toma en cuenta la sostenibilidad en sus decisiones de compra.

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Durante este tiempo de pandemia, la sociedad ha estado inmersa en una situación nueva, donde muchos hemos tomado algún tiempo para evaluar nuestras prioridades y el cómo nuestras acciones repercuten en nuestro ambiente y respecto a los otros.

Esto ha dado aún más relevancia a temas de perspectiva ambiental, y se han generado nuevas exigencias y dudas de los consumidores. El Future Consumer Index, el cual realiza un seguimiento periódico de los cambios en el sentimiento y comportamiento de los consumidores, expuso que el 84% de los consumidores indicó que la sostenibilidad es importante cuando realizan sus decisiones de compra, pero que es más costoso adquirir este tipo de productos.

Al respecto, el mercado ha reaccionado y hemos visto como actualmente se observa una amplia gama de sellos o etiquetas que nos indican que los productos cumplen con brindar algún beneficio o fueron producidos de determinada manera, lo cual es conocido como etiquetado ambiental.

Sin embargo, el surgimiento de este tipo de información trae consigo una problemática en cuanto a la posibilidad de que un determinado etiquetado sugiera que un producto tiene una característica propia o en su fabricación que realmente no tiene, lo cual se conoce como greenwashing.

Por ello, ha surgido también la necesidad de normar este tipo de declaraciones o etiquetado. El Organismo Internacional para la Normalización (ISO, por sus siglas en inglés) visualizó esta problemática y estableció la norma ISO 14020 “Etiquetado y declaraciones ambientales- Principios generales”, de donde además se parte para normas en este mismo ámbito más específicas, según el tipo de etiquetado o declaración.

La definición general dada por el ISO establece que una etiqueta o declaración ambiental corresponde a una “manifestación que indica los aspectos ambientales de un producto o servicio”, se señala que la misma “puede tomar la forma de un enunciado, símbolo o gráfico en un producto o en la etiqueta de un envase, en la documentación que acompaña el producto, en los boletines técnicos y en los medios de publicidad o divulgación, entre otras”.

Partiendo de esta definición se han separado estas manifestaciones en tres tipos:

Tipo I- Etiquetado ambiental: estas corresponden a un sello o distintivo que cuenta con una verificación previa de cumplimiento con parámetros normados a cumplir.

Tipo II- Afirmaciones ambientales autodeclaradas: estas corresponden a afirmaciones realizadas por las empresas respecto a sus mismos productos, sobre las cuales no media certificación de terceras partes independientes.

Tipo III- Declaraciones ambientales: estas brindan información cuantificada sobre el ciclo de vida de los productos, pudiendo compararse los que tienen la misma función. Es mayormente utilizada a nivel de empresas, pero también puede ser utilizada en comunicaciones al consumidor.

De las anteriores, la de tipo I corresponde a la de mayor peso o rigurosidad, ya que son elaboradas por una tercera parte y presentan criterios objetivos preestablecidos.

Se han desarrollado algunas certificaciones que cuentan con su sello propio, tales como las certificaciones y verificaciones referentes a la gestión de los gases de efecto invernadero que un producto u operación generan como Carbon Reduction Label, Carbon Trust Standard, Programa País Carbono Neutralidad en Costa Rica y el Programa Nacional Reduce Tu Huella en Panamá, entre otras.

También se han desarrollado a nivel de eficiencia energética (ISO 50001, Energy Star) y de uso de recursos que provengan de fuentes sostenibles con trazabilidad como la certificación de Forest Stewardship Council (FSC).

A nivel de gobiernos, se ha iniciado su regulación. Por ejemplo, en Costa Rica se cuenta con el “Programa Nacional de Etiquetado Ambiental y de Eficiencia Energética de Costa Rica y creación del comité técnico de etiquetado ambiental y energético”, el cual establece las reglas básicas de etiquetado tipo I y tipo III, así como el Reglamento para el derecho y uso de una etiqueta ambiental de Costa Rica o una etiqueta de eficiencia energética en un producto o servicio.

Una manera de obtener una etiqueta ambiental de producto es la aplicación al Programa País Carbono Neutralidad – Categoría Productos, el cual es el mecanismo oficial, avalado por el gobierno de Costa Rica, para reconocer la adecuada gestión de emisiones en productos, por medio de una declaración ambiental de producto confiable y bajo un enfoque de ciclo de vida. Dicho reconocimiento se logra a través de la verificación de un estudio de huella de carbono de producto (o lo indicado en Regla de Categoría de Producto correspondiente).

Responder a los requerimientos de los diferentes segmentos de consumidores debe ser prioridad para las empresas, que deben guiar sus diferentes esfuerzos y productos hacia los consumidores correctos.

Desde EY se busca apoyar este tipo de programas e iniciativas de las empresas en el desarrollo de un análisis de ciclo de vida de su producto o servicio, en el que se evalúan impactos como la huella de carbono, para lo cual se establecen diferentes etapas a considerar:

  • Definición de objetivos y alcance.
  • Análisis del inventario de ciclo de vida.
  • Evaluación del impacto de ciclo de vida.
  • Interpretación de la huella ambiental.

Este nuevo enfoque en el mercado tiene mucha importancia para las empresas para atender las necesidades de los consumidores. En el Future Consumer Index se estableció que un 61% de los consumidores requieren más información para tomar mejores decisiones en sus compras sostenibles, un 51% está de acuerdo en tomar mejores decisiones de compra para un futuro más sostenible y un 45% considera que los empaques sostenibles se han convertido en uno de los factores de compras más importantes.

Por lo anterior, se considera que la utilización de este tipo de etiquetado conforma una dualidad entre brindar un aspecto diferenciador a las empresas y generar en los consumidores la facilidad de cumplir con sus objetivos de consumo responsable de manera confiable.

La autora es Senior de Sostenibilidad y Derecho Ambiental de EY.