Mezquindad y falta de generosidad

Una diputada cuestiona el honor propuesto a un escritor ganador de premios y pide libros que no ha leído para cuestionarlo

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Sergio Ramírez, huye de su Nicaragua, perseguido por una pareja sanguinaria que busca perpetuarse en el poder por las armas y los conjuros esotéricos.

El gran escritor busca amparo en tierra de libertad donde la Constitución ofrece amplia protección a los perseguidos. Aquí no hay prisioneros políticos y la libertad de expresión florece.

El hombre de letras busca abrigo, no pide nada a cambio, se reencuentra con sus amigos que lo abrazan como cuando vivió aquí, huyendo de otra estirpe sangrienta.

Los expresidentes lo proponen para la ciudadanía honoraria, el novelista no la pidió, pero significa mucho para protegerlo de las garras asesinas de la satrapía de Managua.

De pronto aparece una diputada que cuestiona el honor propuesto y en la tradición de la Inquisición, pide libros que no ha leído para cuestionar al premio Cervantes de Literatura por supuestamente ofender a una benemérita en una de sus novelas.

La señora ignora que como director de Educa, Sergio publicó la obra de Yolanda Oreamuno, vilipendiada por la sociedad conservadora de los años treinta y la novela que cuestiona es una reivindicación de una mujer valerosa y dueña de su destino.

Han surgido otros que leyeron a su antojo, como si fueran críticos literarios, y pretenden atribuirle otras supuestas ofensas.

Ambiguamente, alguno de los firmantes de la propuesta se apartó, con pueriles argumentos, de su firma original y obstaculizó la declaratoria de ciudadanía.

Otros, empujados por la senil oligarquía nicaragüense, han objetado el honor, aduciendo que Sergio fue parte del sandinismo, sin reconocer su disidencia y olvidando que hasta hace poco muchos de ellos fueron socios de Ortega.

Esa declaratoria de ciudadanía va a paralizarse, mancillada por la ignorancia, la hipocresía y los residuos somocistas.

Empero, el afecto y la admiración perdurarán, la ofensa a Ramírez quedará sepultada por el rechazo a la dictadura y amor a la libertad.