¿Qué hacer para crecer más y mejor?

El sector de dispositivos médicos, que exporta hoy día de más de $3.700 millones, es el principal rubro de exportación del país producto de una enfocada estrategia

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Recientemente Ricardo Hausmann, el profesor en Harvard y una de las voces más lúcidas sobre temas de desarrollo económico y productivo publicó un artículo titulado “El eslabón perdido en el desarrollo económico”.

Allí Hausmann argumenta que la ciencia económica acostumbra a los economistas a pensar y a ver la realidad económica a través de los incentivos, y que la economía ha desarrollado un marco conceptual rico y sutil para entender todas las maneras en que los incentivos influyen sobre el comportamiento de los agentes económicos. Y es cierto que el ser humano, y los agentes económicos reaccionan a los incentivos, a la zanahoria y al garrote para usar la frase más coloquial, aunque no de manera tan simple como la teoría económica tradicionalmente ha asumido, tal como nos muestran los desarrollos recientes en la “economía del comportamiento”.

Pero el punto de Hausmann no es ese. Su argumento es que, si bien ver a la realidad económica a través de los incentivos no está mal, el problema es que, como dice un antiguo proverbio: “no deberíamos ver todos los problemas como un clavo, solo porque lo que tenemos en la mano es un martillo”. Y ese es el riesgo en que incurren los economistas: el de ver a la mayoría de los problemas del mundo y del desarrollo como un problema de incentivos distorsionados. Porque es un hecho que el desarrollo tecnológico y productivo, es decir, aprender a producir bienes y servicios cada vez más sofisticados, no es solo un problema de incentivos, sino de capacidades. Si alguien no está haciendo algo productivamente valioso, puede ser que no sea por falta de incentivos, sino simplemente porque no tiene las capacidades. Es decir, no porque no quiera, sino porque no puede.

¿Y qué tiene que ver todo esto con la estrategia de desarrollo de Costa Rica y con este delicado momento post-pandemia? Pues ni más ni menos que esto va al meollo de uno de los ajustes más importantes que el país debe hacer en su estrategia de crecimiento y desarrollo. Veamos por qué y cómo.

Cuando Costa Rica pasó de la estrategia de sustitución de importaciones a la de apertura, que incluyó la reducción del proteccionismo, el fortalecimiento del régimen de zonas francas, y la negociación de tratados de libre comercio, lo que hizo fue mejorar los incentivos distorsionados que había provocado la estrategia de sustitución de importaciones y crear incentivos para un desarrollo exportador. Eso estuvo muy bien, fue oportuno, gradual y teníamos que hacerlo. Esas reformas permitieron el crecimiento de sectores como el de exportaciones agrícolas no tradicionales, el de software y tecnologías de la información, el microelectrónico, el de servicios empresariales modernos y el de dispositivos médicos, entre otros.

Sin embargo, es importante tener claro que el crecimiento de estos sectores no puede atribuirse solo al establecimiento de los incentivos correctos sino a esfuerzos y procesos explícitos, sofisticados y complejos de construcción de capacidades productivas tanto vía la atracción de inversión extranjera como en las empresas nacionales de todos estos y otros sectores. Y esos esfuerzos fueron políticas y acciones hechas en estrecha colaboración con el sector privado y el sector académico.

Un primer ejemplo se dio en la década de los años 1980, la primera del nuevo “modelo” de promoción de exportaciones, y fue la forma como se logró generar una canasta bastante diversificada de exportaciones de productos agrícolas no tradicionales. El crecimiento vertiginoso de exportaciones de flores y plantas ornamentales, melones, tubérculos, mangos, piñas, y mucho más, no fue solo gracias a colocar los “incentivos correctos”, o a la eliminación, o compensación del “sesgo anti-exportador, sino a intensos programas de apoyo técnico para los productores, desarrollo de semillas, capacitación y extensionismo tecnológico agrícola en el que no solo participaron diversas instituciones nacionales, incluyendo centros de investigación específicos de varias universidades, sino que en esa década inicial se contó con un importante apoyo de la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos en un ambicioso programa precisamente de promoción de exportaciones agrícolas no tradicionales.

Otro ejemplo es el desarrollo del sector de dispositivos médicos, que con exportaciones hoy día de más de $3.700 millones, se ha convertido en el principal rubro de exportación del país. De nuevo, este no fue un desarrollo que ocurrió espontáneamente, sino uno que ha estado promovido por una cuidadosa, bien enfocada y calibrada estrategia. Se trata de una intensa labor no solo en la etapa de atracción de las inversiones para presentar las ventajas competitivas del país, sino una labor aún más intensa (post-establecimiento) de interlocución y facilitación por parte de Cinde y de Procomer en apoyo a las recién instaladas empresas con las más variadas instituciones públicas y privadas en los más diversos temas: regulatorios, tramitología, desarrollo de talento humano, logística, encadenamientos, etc.

En materia del talento humano, no se trata solo de que décadas de inversión en educación formal hayan logrado crear una masa crítica capital humano atractivo para varias industrias y servicios internacionales. Es esto, sí, pero complementado con procesos muy microeconómicos de ajustar perfiles de oferta académica con perfiles de demanda empresarial sector por sector y, con frecuencia, empresa por empresa. Cinde ha desarrollado una labor muy detallada de diagnóstico y coordinación con las empresas y las universidades. Las herramientas usadas han incluído el análisis de brechas, la realización de encuestas y estudios, ferias de empleo, orientación vocacional, alianzas para el bilingüismo, y otras.

También se facilitó el proceso para el establecimiento de la Maestría en Ingeniería de Dispositivos Médicos en el Tecnológico de Costa Rica en el 2016, una maestría única en América Latina, que fue un paso crítico para la expansión del ecosistema de manufactura de dispositivos médicos en el país y para ascender en su cadena de valor.

En materia de encadenamientos, los esfuerzos complementarios de Procomer y de Cinde han rendido frutos a pesar de que esta es una de las industrias más complejas y exigentes en cuanto a los estándares de sus proveedores. A pesar de esto, se ha logrado construir un ecosistema de 120 empresas proveedoras de las cuales 50 son empresas costarricenses. Las compras locales de las empresas de dispositivos médicos pasaron de $212 millones en 2013 a $502 millones en 2019. Y todo esto ha llevado a generar más de 30.000 empleos directos en el sector, número que sigue creciendo semana a semana.

En síntesis, como concluyo en un estudio de caso que hice recientemente para el BID, el desarrollo del sector de dispositivos médicos, una de las políticas de desarrollo productivo más exitosas de Costa Rica, ha requerido los incentivos correctos pero también un proceso colaborativo entre el sector público, las empresas e instituciones académicas para remover cuellos de botella y crear las capacidades necesarias para el crecimiento del sector. Y no es casualidad que a partir del 2019 las empresas del mismo sector, junto con Cinde, hayan acordado profundizar la colaboración adoptando un enfoque de trabajo como iniciativa clúster en este sector maduro y con gran potencial de más crecimiento futuro.

El desarrollo del sector de servicios empresariales modernos es también una historia de iniciativa empresarial combinada con políticas de desarrollo productivo deliberadas, no solo el resultado de incentivos correctos. Los servicios empresariales modernos incluyen líneas tales como la subcontratación de servicios vinculados a las tecnologías de la información; subcontratación de procesos empresariales; centros de contacto; centros de servicios compartidos; oficinas de operaciones; diseño, arquitectura e ingeniería; entretenimiento y medios; y desarrollo de software para empresas. En servicios empresariales modernos el país pasó de tener solo 6 empresas multinacionales en 2000, a tener 157 en 2017, y el empleo en estas empresas pasó de 1.061 a 61.595 personas, es decir se multiplicó por 58. Mientras que en 2005 las exportaciones de servicios modernos representaban únicamente el 5% de las exportaciones totales de bienes y servicios, en 2017 representaban el 23%, lo cual es el 7,7% del PIB del país, el porcentaje más alto de América Latina.

Como argumentan Gómez, Zolezzi y Monge en un artículo reciente, este es un éxito basado en una visión estratégica y una coordinación proactiva a largo plazo en diversas áreas a partir de una gobernanza de políticas público-privadas bien enfocadas en el sector de servicios modernos con la participación de diversos actores públicos, privados y académicos.

Una historia similar de visión de largo plazo, gobernanza público-privada y coordinación proactiva a múltiples niveles es el desarrollo del sector turismo, con sus diferentes segmentos de ecoturismo, turismo de playa, de montaña, de cruceros, etc.

¿Cuál es la lección y el mensaje de todo esto? La lección es que el crecimiento de un país y del empleo se pueden influir tanto en cuanto a su ritmo o tasa como en cuanto a su direccionalidad en dimensiones tales como su sofisticación tecnológica, su grado de diversificación, su equilibrio territorial, su inclusividad social, su sostenibilidad ambiental y su huella de carbono.

Y el mensaje es que necesitamos más políticas de desarrollo productivo sectoriales y de clústeres similares a las de los ejemplos mencionados, no solo en la Gran Área Metropolitana, sino también en los territorios, donde las instituciones públicas, los empresarios y sus trabajadores, y las instituciones académicas trabajen hombro a hombro en crear las capacidades productivas necesarias para crear los nuevos motores de crecimiento que el país necesita para un crecimiento más alto, sostenido, inclusivo, sostenible y equitativo.

Debemos cuidar de tener y mantener los incentivos correctos por supuesto, pero debemos también tener más apuestas sectoriales mediante iniciativas clúster para acelerar el desarrollo de las capacidades productivas de las empresas en los diversos territorios, de nuestro capital humano y de nuestro capital natural. Lo uno sin lo otro no camina, o solo muy lentamente.