Realismo

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Negociaciones en Colombia. Tregua entre pandillas en El Salvador. Dos importantes noticias que no nos son ajenas.

En el caso colombiano, la imbricación de las FARC con las organizaciones narcotraficantes es un factor en la fallida guerra contra las drogas. Obviamente, estas negociaciones afectarán la dinámica de este conflicto transnacional del que somos parte.

El presidente Santos, quien como ministro de Defensa propinó importantes golpes a las FARC, ha llegado a la conclusión de que la situación está madura para poner fin a un conflicto que dura décadas.

En El Salvador, la mediación de un excomandante guerrillero y de un sacerdote ha logrado una tregua entre las maras que se traduce en una disminución de los homicidios de 14 a 5,5 por día.

En ambos casos, se han presentado voces de crítica. En Colombia, el expresidente Uribe alega que con criminales no se negocia; mientras que en El Salvador muchos ven con desconfianza el proceso, pues con delincuentes no se habla.

El conflicto colombiano tiene raíces profundas, históricas, geográficas y sociales; mientras que la delincuencia salvadoreña se origina en migración, desigualdad y deportaciones.

Encontrar soluciones no pasa ni por el agotado discurso de la Guerra Fría ni por criminología represiva; las soluciones son políticas, se pueden encontrar conversando.

El tema colombiano no es exclusivamente una cuestión de narcotráfico: sin narco, las FARC continuarían existiendo, muchas de las causas que las originaron siguen presentes.

En tierras cuscatlecas, los residuos de dictadura, guerra, opresión social y migraciones han tratado de solucionarse con mano dura, con el más rotundo de los fracasos. Tomar un nuevo camino, más allá del derecho penal, es muestra de realismo también.

Ojalá sea escuchada la voz de la razón política, que obliga a ver más allá de los discursos que paralizan, y se puedan profundizar procesos que permitan el desarrollo pacífico de ambos países.