Revolución industrial y nueva educación

Sería erróneo comportarnos como aquellos trabajadores de finales del siglo XVIII, quienes empuñaron azadones y antorchas contra cualquier invento que significara un avance tecnológico

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¡Un robot en mi escritorio! Pareciera una imagen un tanto apocalíptica y propia de ciencia ficción pero hoy podría ser una realidad.

El fenómeno del desempleo tecnológico parece no ser entendido, ya que los posibles alcances son igual de difusos que la manera en que se debería reaccionar ante esta realidad.

Cuando se habla robótica, es normal que surjan en nuestras mentes imágenes de seres antropomorfos y metálicos levantando cajas, o que visualicemos los brazos mecánicos de las fábricas de autos en Japón haciendo tareas complejas como soldar.

Sin embargo, estos robots que construyen nuestro imaginario no son los únicos. Hoy los hay sin brazos ni piernas dentro de servidores. Seres etéreos que al igual que cualquier otro empleado de una empresa tienen un ID, cuenta de correo electrónico y descargan y suben información. Además, son capaces de preparar presentaciones con gráficos.

Esta robótica es la que revoluciona y preocupa a los gobiernos (y a quienes trabajamos en el área financiera).

De acuerdo con el estudio The Future Of Employment: How Susceptible Are Jobs To Computerisation?, realizado por la Universidad de Oxford en el 2013, la automatización y la inteligencia artificial pueden significar una pérdida de empleos de hasta el 47% en los Estados Unidos. Este efecto sería aún peor en economías dedicadas a los servicios y ya sabemos que una crisis laboral significa menos consumo y menor producción.

Aquí nace una interrogante: ¿Se está preparando Costa Rica para este cambio?

Existen dos maneras en que podemos enfrentar este desafío.

Primera, de una manera pasiva. No hacer nada y aceptar los azares del destino esperando a que las fuerzas invisibles del mercado de alguna manera resuelvan el problema por medio de sus “mecanismos automáticos”.

Teas y azadones

Segunda, con una actitud activa. Significa tomar las riendas de la automatización de manera prospectiva. “La peor estrategia es no tener estrategia”, reza un manual de prospectiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Sería erróneo comportarnos como aquellos trabajadores de finales del siglo XVIII, quienes frustrados por las implicaciones de revolución industrial, empuñaron azadones y antorchas para emprenderla contra telares, trilladoras, máquinas de vapor y cualquier invento que significara un avance tecnológico en aquella época.

Frenar este proceso en procura de retrasarlo no parece lo más lógico. No obstante, Bill Gates propone gravar con impuestos a los fabricantes de robots; esto debido a la debacle fiscal que conllevaría la automatización: menos trabajo implica una menor recolección de tributos y, por lo tanto, una caída en la inversión social.

Los impuestos recolectados podrían invertirse en programas de formación enfocados en las habilidades y conocimientos que demandarán los nuevos trabajos.

Pero, ¿se trata únicamente de desarrollar nuevas habilidades? ¿Está preparado el sistema educativo costarricense para enseñarnos a pensar?

Al parecer, distintos sectores de la sociedad están avanzando y preparándose para el cambio tecnológico, mas no así la educación. La modernización educativa no significa tan solo contar con más tabletas en las aulas o una banda más ancha para Internet; implica un cambio profundo en el paradigma de enseñanza, pues en escuelas y colegios se sigue usando la obsoleta fórmula pizarra-ejercicios-problemas-examen-memoria.

Se necesitan procesos de aprendizaje renovados en los que se incorpore la vivencia de la ciencia para generar conocimiento e innovación, así como dejar de lado la visión especialista de la educación que encasilla las distintas disciplinas en cajones separados. El filósofo Ortega y Gasset advertía en La barbarie del especialismo que los problemas realmente complejos se pueden resolver desde una lógica multidisciplinaria, en tanto que la especialización nos conduce a tener una visión cada vez más limitada de la realidad.

Debemos reformar la educación, reaprender a aprender. La máquina debe ser superada y subordinada; no temida. Tenemos que pasar a un estadio del conocimiento basado en la lógica y no en la memoria, ya que en eso hemos sido superados.