Termina un nuevo año y entre muchas tradiciones surgen los mensajes navideños y la valoración de los logros alcanzados, por lo menos en los temas más medulares.
Termina también el segundo ciclo lectivo después de la pandemia, y la educación continúa en estado crítico y de pronóstico reservado. No alcanzar los aprendizajes mínimos esperados de toda una generación, en el siglo que muchos definen como el del conocimiento y la tecnología, es una amenaza seria para el bienestar de casi un millón de estudiantes, e indirectamente de todo el país.
La pobreza no disminuye y la desigualdad sigue creciendo, un caldo de cultivo peligroso. Entre sus agravantes esta la brecha digital. Los últimos datos indican que Costa Rica muestra una de las velocidades más bajas de internet fija de todos los países del OCDE, y aún esa no tiene acceso una parte importante de la población.
Quedan otros temas que revisar, pero sin duda el cambio climático empezó a movernos todas las fichas del juego.
¿Con qué herramientas vamos a enfrentar estos problemas? ¿Qué proponen los sectores y las autoridades? ¿Cuál es la estrategia?
En estos momentos esta es ya una tarea que trasciende a los representantes que la ciudadanía eligió por la vía democrática para conducir al país. Es responsabilidad de todos, y por supuesto las autoridades en cada ramo deben poder liderar con visión, lucidez y objetividad. Necesitamos sumar inteligencias, conocimientos y recursos. No podemos darnos el lujo de seguir restando.