Una agenda social con rostro digital

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Hace exactamente 33 años, en enero de 1984, Steve Jobs, el joven ejecutivo de la empresa Apple, presentó al público la primera computadora personal fabricada por su compañía, la Macintosh 128K, que se vendía en el mercado norteamericano por $2.495.

Ajustado por inflación, ese monto equivale a unos $4.800 actuales. Tenía una memoria de 64 kb, es decir 4.194.304 veces menos que el iPhone 7 Plus, aunque un tamaño mucho mayor.

Para ese momento, la Word Wide Web, el primer cliente web, estaba a siete años de ser inventado, la primera versión de Windows se presentó un año después y palabras que se han convertido en cotidianas como wifi, bluetooth o smartphone , aún no habían sido creadas. Ello sin mencionar a Facebook, Twitter, Instagram o Snapchat.

En solo tres décadas, las tecnologías de la información y la comunicación han transformado nuestro mundo de una forma espectacular, convirtiéndose en parte central del desarrollo, el crecimiento económico y de la calidad de vida de las personas.

Con el desarrollo tecnológico han emergido múltiples oportunidades. La información y el conocimiento se encuentran disponibles para el gran público en tiempo real y a un costo relativo muy bajo.

Las comunicaciones nos han acercado, creando comunidades virtuales de que han facilitado el comercio, la investigación e incluso la acción social (a través de plataformas como Avaaz o Change.org).

Sin embargo, este desarrollo no está exento de retos. Así como nuevas palabras han tenido que surgir para designar nuevos gadgets o plataformas web, también se ha requerido de nuevos conceptos para definir la cambiante realidad social.

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A modo de ejemplo, las inequidades no pueden seguir siendo definidas únicamente en términos económicos o sociales.

Nuevas formas de exclusión, tales como la “brecha digital” o la “pobreza de información” se han convertido en retos centrales en el marco de la sociedad de la información y el conocimiento.

Costa Rica, como es evidente, no está ajena a esta realidad. Ello hace menester tomar acciones contundentes para atender tales desafíos.

En sintonía con los cambios tecnológicos, la clase política que lidera o aspira liderar el país, debe garantizar su compromiso con una agenda social innovadora.

Hoy por hoy en el IMAS hemos construido lo que he llamado una agenda social con rostro digital , garantizando el paso a la televisión digital para las familias en pobreza extrema, liderando el programa Hogares Conectados en articulación con la vicepresidenta de la República, el viceministerio de Telecomunicaciones y la Sutel.

El trabajo conjunto nos permite llevar Internet, telefonía y una computadora a las familias en condición de pobreza; modernizando nuestra página web, eliminando las filas y cobro de gavilanes mediante la creación de un centro de llamadas para asignar citas y ahora para generar información a nuestros beneficiarios, con la digitalización de expediente, que aspira que seamos una institución cero papel en el futuro.

Además, la ficha de información social digital y finalmente con la consolidación del Sinirube, que será la plataforma de información social más robusta que posee el país.

Hemos derribado mitos y eliminado nudos.

Si la tecnología rompe las barreras del tiempo y el espacio, los seres humanos debemos demostrar que somos capaces de reconocer el signo de los tiempos y apropiarnos de la inventiva, la innovación y aprovechar las tecnologías como el combustible para acelerar el desarrollo social con rostro digital.