Familia inició negocio de lácteos caprinos con dos cabras, hoy tiene 60 y ofrece tours en su finca

Lácteos Caprinos Rancho San Isidro opera en San Ramón de Alajuela y vende leche, queso, yogur y cajetas

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Desde los 13 años, José Luis Rodríguez Arias aprendió de agricultura y trabajaba en la finca familiar, en Potrerillos de Piedades Sur en San Ramón de Alajuela. En el terreno sembraban café, chile y tomate.

Con el paso de los años, el negocio se volvió inestable y su bolsillo comenzó a verse afectado, pues había muchas plagas y los insumos eran "muy caros".

"Sembrábamos y siempre perdíamos. Lo que hacía uno era enjaranarse más", recordó José Luis.

Hace cuatro años decidieron dar un giro y dedicarse a una actividad que no fuera tan fluctuante: producir y vender lácteos a partir de leche de cabra.

Iniciaron el negocio con tan solo dos cabras y mucha determinación de arrancar de cero en un área distinta a la que conocían.

El primer producto que elaboraron y empezaron a vender fue queso.

“Decidimos entrar en el mercado con productos naturales, no tan comercializados para satisfacer las necesidades de un porcentaje de la población con problemas de alergias, anemia, úlceras, gastritis, osteoporosis”, manifestó José Luis.

Actualmente, en el negocio hay 60 cabras, que se crían bajo un sistema de estabulación (en establos).

La pyme se denomina Lácteos Caprinos Rancho San Isidro y en ella participa toda la familia.

Miguel Ángel Rodríguez, el padre del emprendedor, se encarga de alimentar las cabras; José Luis las ordeña y distribuye los lácteos; su esposa Sandra Rodríguez prepara los productos; y su hijo adolescente, Luis Diego, les ayuda en la parte de contabilidad.

Los productos incluyen: leche pasteurizada, yogur natural sin azúcar, yogures de diferentes sabores (sin preservantes, ni saborizantes artificiales), yogur griego, quesos (maduro y fresco) y cajetas.

Los venden en restaurantes, hoteles y queserías, principalmente.

En el emprendimiento se procura desarrollar la actividad de la forma más ecológica posible, por lo que no usan productos químicos.

Además, la boñiga de la cabra la mezclan con microorganismos y otros ingredientes naturales para abonar los pastos y evitar contaminar.

El abono orgánico que elaboran aprovechan para venderlo a quienes estén interesados en producir de forma más sostenible.

Este año se iniciará el proceso para certificarse bajo el programa Bandera Azul Ecológica.

Además, quieren fortalecer su proyecto de turismo rural, para que más personas visiten su finca y así conozcan cómo funciona su negocio, interactúen con las cabras y hasta compren sus lácteos.

En marzo, la pyme fue galardonada por la incubadora Auge y por la Fundación Citi en el concurso Propulsa Microemprendimiento del Año.

Triunfó en la categoría de producción y recibió la suma de $5.000.

Con ese dinero, el negocio invertirá en equipo e infraestructura, comprará materia prima y seguirá su proceso de formalización.