La minería del bitcoin, el “regalo involuntario” de China a EE. UU.

Ansioso por lanzar su propia criptodivisa, el gobierno chino intensifica cada día su ofensiva contra los numerosos actores del sector

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En la pequeña ciudad de Rockdale, Texas, una enorme obra de construcción ilustra por sí sola el papel central que los estadounidenses pretenden desempeñar en el mundo de las criptomonedas, luego que China decidiera abandonar el sector.

Con una capacidad de 750 megavatios, la mayor granja de bitcoins de Estados Unidos cuenta ya con más de 100.000 ordenadores en tres edificios de 350 metros de largo. Dentro de unos meses, serán siete.

China, de su lado, intensificó su lucha contra las transacciones en bitcoin y contra la minería de la moneda, que se fabrica en estas granjas a través de complejas ecuaciones resueltas por miles de computadoras.

Para estas operaciones de alto consumo energético, la electricidad barata de Texas es una ventaja clave, junto con su ambiente favorable a las empresas y su mano de obra calificada. “¡Todos los líderes de esta industria quieren venir a Texas!”, dice Chad Everett Harris, director general y cocreador de Whinstone, propietaria de la granja de Rockdale.

Originario de Nueva Orleans, empezó a minar desde su casa en enero de 2018, con una computadora que le generaba 60 dólares al día, y en mayo vendió su granja por 651 millones de euros a la empresa estadounidense Riot Blockchain.

Migración

En septiembre de 2019, China seguía siendo el mayor productor mundial de bitcoin, con dos tercios de toda la minería. Pero, ansioso por lanzar su propia criptodivisa, el gobierno chino intensifica cada día su ofensiva contra los numerosos actores del sector que antes florecían en su territorio.

Datos publicados por la Universidad de Cambridge muestran que la minería de bitcoins se duplicó con creces en Estados Unidos entre mayo y agosto de este año, acaparando el 35,4% de la actividad.

Sam Tabar, director de estrategia de la empresa minera Bit Digital, que opera en Estados Unidos y Canadá, dice que comenzó su retirada de China en 2020 y la aceleró a medida que se intensificaba la represión.

“La prohibición de la minería de bitcoins por parte de China fue un regalo involuntario para Estados Unidos”, afirmó Tabar. “Gracias a su prohibición, toda una industria emigró, con conocimientos y equipos de última generación”.

Cuando sus inversiones empezaron a venirse abajo a causa del régimen de China, muchos vieron en Estados Unidos un destino ideal, con su sistema político democrático, su poder judicial independiente y la sacrosanta protección de la propiedad privada.

“Cuando uno hace una inversión a largo plazo en un país para acumular riqueza, quiere asegurarse de que no será robada por el Estado”, advirtió David Yermack, experto en criptodivisas de la Universidad de Nueva York.

El cambio a Estados Unidos es sólo temporal, sin embargo, porque el norte de Europa tiene energía limpia, barata y abundante, además de un clima que puede ayudar a enfriar las enormes salas de ordenadores en funcionamiento.

Costo ecológico

El auge de la minería en EE. UU. alimenta las críticas sobre su coste medioambiental. Cada año, la minería de bitcoins consume tanta electricidad como toda Filipinas, según la Universidad de Cambridge.

“La minería de bitcoins en Texas utiliza menos del 2% de toda la energía disponible”, dice Chad Everett Harris, que cree que el consumo de su planta de Whinstone ayuda a estabilizar la red. “Nuestro perfil energético es el mismo que el de Ercot”.

Ercot es el operador de la red eléctrica de Texas, cuya energía en 2020 era un 23% eólica, un 11% nuclear y un 2% solar, y el resto procedía del gas natural (46%) y del carbón (18%).

El mercado sin regulación de Texas daría a las empresas mucha flexibilidad. “En principio, pueden decidir comprar electricidad cuando es barata y no comprarla cuando es cara”, dijo Viktoriya Zotova, profesora de economía de la Universidad de Georgetown.

Bit Digital tiene una sede en Buffalo, en el estado de Nueva York. Tabar señaló que la ciudad era uno de los mayores centros industriales del país antes de que sus puestos de trabajo se fueran a China. “Hemos cerrado el círculo”, concluyó con ironía.