Aún cuando se espera que el empleo remunerado sea una de las principales vías para salir de la pobreza, la mayoría de las personas pobres y vulnerables en América Latina ya se encuentran ocupadas. El mayor peso para generar movilidad no está en garantizar empleo, sino salarios acordes a la realidad social.
El informe "Panorama social de América Latina 2012", dado a conocer este martes por la Cepal, destacó que el aumento en los ingresos laborales en los hogares pobres es el factor más determinante para reducir la pobreza, sobre las transferencias sociales, la escolaridad o si se tiene o no empleo.
En Costa Rica la más reciente Encuesta Nacional de Hogares indicó que en todos los quintiles los ingresos por trabajo representan entre el 50% y el 71% de los ingresos del hogar.
Los desocupados en la región representan solo alrededor de un 8% entre los indigentes y un 6% entre los pobres no indigentes, lo que reafirma -de acuerdo al informe- que tener empleo remunerado no es garantía de superación de la pobreza, sino el salario que se gana.
Los datos para Costa Rica de la Encuesta a Hogares revelan que el desempleo en el quintil más pobre es del 21% y en el segundo de 9,51%; es decir, entre un 70% y un 80% de la población pobre del país sí trabaja (con ingresos per cápita entre ¢49.885 y ¢108.257), pero sus ingresos son insuficientes para mejorar su calidad de vida.
Otra situación similar es la de las personas pobres que trabajan para alguien y no por cuenta propia. La mitad de los pobres no indigentes y un 57% de las poblaciones vulnerables son empleados de una empresa, lo que indica que el empleo asalariado y formal no protege a las personas de los riesgos de caer en la pobreza.
La educación, aunque ayuda a reducir los riesgos de caer en situación de pobreza, tampoco garantiza que los evitará. El 29% de la población vulnerable desde el punto de vista de los ingresos tenía en 2011 estudios superiores incompletos o completos, cifra 10 puntos porcentuales mayor que en 1999.