El presidente de la República, Luis Guillermo Solís, confirmó este jueves todos los rumores: Melvin Jiménez ya no será más su ministro de la Presidencia.
El mandatario dijo esta mañana que el tiempo del jerarca había terminado y adelantó que mañana viernes anunciará el nombre de su sucesor.
Acaso con afán de presionar al mandatario a tomar una decisión, la noticia la adelantó en la víspera el diputado del Partido Acción Ciudadana (PAC), Víctor Morales Zapata.
"Ha sido un año de enorme desgaste para don Melvin, lo ha hecho con serenidad y con gran sentido de señorío político y, al final de cuentas, estas condiciones agobian a un político y lo limitan a ser un interlocutor positivo. Este es un gobierno que tiene la encomienda de cambio y eso continua sin alteración ninguna; esto no altera el ritmo de la administración", declaró el presidente.
Ministro desestabilizador
La salida de Jiménez parecía necesaria desde inicios del Gobierno, al que desestabilizó con sus múltiples yerros y cuestionamientos.
El primero de ellos sobrevino desde el propio momento en que el presidente electo Luis Guillermo Solís anunció la integración de su Gabinete. Un ciudadano cuestionó la designación de Jiménez como ministro de Estado por ser Obispo de la Iglesia Luterana de Costa Rica.
La acción de inconstitucionalidad presentada contra ese acto, mantuvo en vilo a Casa Presidencial desde junio hasta noviembre del 2014, hasta que la Sala Constitucional resolvió que la designación del obispo Jiménez no reñía con la Constitución Política.
Empero, Jiménez se encargó de dilapidar esa "segunda oportunidad" de continuar en el Gobierno que le dieron los magistrados. Sus errores en el rol de vocero del Gobierno le restaron credibilidad y debilitaron su investidura de ministro.
En octubre del año pasado, Jiménez alarmó al país al anunciar el presunto despido de 700 trabajadores del Citibank ante el anuncio de esa empresa del cierre parcial de sus operaciones en Costa Rica. Empero, la misma empresa desmintió al jerarca minutos después de su anuncio en conferencia de prensa.
Durante los primeros siete meses de Gobierno, los desmentidos a Jiménez fueron la constante semanal en el Gobierno.
Otros miembros del Gabinete, incluso los vicepresidentes, se apresuraron en varias oportunidades a desmentir posiciones y anuncios hechos por el ministro de la Presidencia, lo cual dejó el tela de duda la capacidad de Jiménez de coordinar el grupo de Gobierno del presidente Solís.
Pero la debacle en la gestión de Jiménez ocurrió en enero pasado, cuando estalló el escándalo de la presunta oferta de una embajada a la procuradora Ana Lorena Brenes, por parte del viceministro de la Presidencia, Daniel Soley, debido a supuestas diferencias de criterio entre la alta funcionaria y Casa Presidencial.
La gota que derramó el vaso
El escándalo dejó en el aire la especie de si fue el propio Jiménez el que giró la orden a Soley de ofrecerle una sede diplomática a la procuradora incómoda, o si el viceministro actuó solo.
La crisis llevó a Soley a renunciar y el Gobierno destituyó a sus embajadores en Bolivia y Corea por emitir criterios en contra de la procuradora.
Empero, Melvin Jiménez se sostuvo en el puesto pese a las críticas.
Aún así, su permanencia se volvió invisible desde enero hasta la semana pasada, cuando su nombre volvió a la agenda noticiosa en medio de otro escándalo.
Esta vez fue el exviceministro de Ciencia y Tecnología (Micitt) Allan Ruiz, quien, antes de renunciar al cargo, afirmó que Jiménez le ofreció una embajada con tal de alejarlo del viceministerio, envuelto en llamas por los errores cometidos en el borrador del proyecto de ley de la nueva Ley de radio y televisión que tocaba sensiblemente la libertad de expresión.
El martes de esta semana, Jiménez salió al paso y desmintió a Ruiz, quien puso como testigo de la oferta de la embajada a la exministra del Micitt, Gisela Kooper, quien también fue despedida de su cargo por los errores en la normativa de radio y televisión.
Agotó paciencia del Presidente
A diferencia de enero pasado, Jiménez no contó esta semana con el significativo apretón de manos que el presidente Solís le dio en enero, cuando lo defendió de los cuestionamientos generados por el presunto conflicto con la Procuraduría.
Lo que no ocurrió en enero, sucedió hace dos días. Con el presidente al lado, pero en silencio, Jiménez sostuvo que pese a no haber ofertado nunca embajadas, su renuncia estaba en manos del presidente desde el primer día del Gobierno.
Este jueves, Solís decidió desempolvar esa carta y hacerla efectiva.
Jiménez se va, pero deja debilitado a un Gobierno que deberá echar mano rápido a una figura de alto calibre político para sustituirlo.
Retos del nuevo ministro
Por delante el Gobierno tiene la tarea de consolidar con hechos su oferta de campaña al electorado.
Para eso solo dispone de este año y parte del 2016, pues cuando rompen los vientos electoreros, históricamente la gestión del Gobierno y del Congreso caen en un bache.
Además de consolidar su propuesta de cambio, al Gobierno le toca impulsar este año un plan fiscal que tiene un complicado panorama en el Parlamento.
Lo grave es que la aprobación de los proyectos para reformar los impuestos de ventas y de renta son urgentes por dos razones.
Son la única herramienta real que el Gobierno podría para aumentar la recaudación de tributos en un 2% del PIB adicional por año con el objetivo de reducir el déficit fiscal que amarra la gestión del Gobierno Central.
Pero, además, el aval a esos proyectos de ley es las señal que exigen organismos financieros internacionales y las calificadoras de riesgo para no degradar más la calificación de la deuda costarricense.
De no concretarse esos planes, las consecuencias para la economía costarricense, dependiente de paliativos, serían nefastas.
La tarea de lograr tan complejos objetivos no podía estar en manos de un jerarca de la Presidencia desacreditado.
Queda esperar quién será el elegido para intentar acarrear confianza a Casa Presidencial, quien será anunciado mañana mismo por el presidente a las 10 a. m.