Una especie de clamor nacional recorre los pasadizos del poder: exige cambiar el sistema para elegir diputados, pero el árbitro electoral pide enfriar este debate.
Tan escandoloso es el grito, que el tema lo analizan seis expertos designados por el Gobierno para proponer una reforma del Estado. También motivó un proyecto de referéndum, aún tierno.
Este reclamo tiene la noción de que con el voto preferente se logrará acercar la política a los costarricenses, que se distancian ante los vacíos en la representación del Parlamento y las quejas por la labor legislativa.
Sin embargo, el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) pide mesura y reflexión sobre los efectos colaterales no deseados que el voto preferente tiene en otros países, como Panamá y República Dominicana.
Careta de democracia
Según los abogados Luis Diego Brenes y Mario Matarrita, ambos funcionarios del TSE, el voto preferente permite al ciudadano escoger a los diputados sin toparse con la rigidez de las nóminas en que estos se agrupan.
Así, una persona puede elegir a sus dos candidatos preferidos con independencia del puesto que ocupen en la lista presentada por el partido político.
Pero ambos expertos sostienen que esa señal de más democracia es solo una máscara del voto preferente.
El presidente del TSE, magistrado Luis Antonio Sobrado, concuerda con la conclusión a la que llegan Brenes y Matarrita en el último número de la revista Derecho Electoral.
“El voto preferente encarece las elecciones, no implica mejor representatividad, demanda mayor pericia de los electores al votar, debilita a los partidos, facilita la atomización, personaliza la política y riñe con la equidad de género”, resumió el jerarca.
Al estilo alemán
De inmediato, Sobrado pone sobre la mesa otra alternativa para mejorar la escogencia de los diputados y mira hacia Alemania, donde se crearon circunscripciones electorales para acercar al pueblo a la elección de diputados.
Ese mecanismo, afirmó el magistrado, permite que una zona específica del país escoja entre dos candidatos a legisladores, que se combinarán en el plenario con diputados de carácter nacional, lo cual mejora la representación de las comunidades.
“Debemos entender que nuestra división territorial es una reliquia que dejó de responder a las necesidades del país. Nada tiene que ver Buenos Aires de Puntarenas con el Cantón Central de esa provincia, ni Pérez Zeledón con el centro de San José”, ejemplificó.
El politólogo Constantino Urcuyo, impulsa un esquema parecido en el seno de la comisión de expertos nombrada por la presidenta Laura Chinchilla.
Los grandes peros
Por más alta que sea la proveniencia de esa idea, no tarda en aparecerle oposición.
El diputado del Partido Liberación Nacional (PLN) Luis Gerardo Villanueva consideró que entre los puntos en contra está que se requiriría de una reforma a la Constitución Política para darle vida a las circunscripciones.
Y que, inevitablemente, el sistema implicaría aumentar la cantidad de diputados, idea que choca contra el muro de la opinión popular, nada benevolente con el Congreso.
La diputada Jeannette Ruiz, representante del Partido Acción Ciudadana (PAC) en la comisión de reformas electorales, cree que se debe optar por un esquema donde el ciudadano tenga la posibilidad de revocar el mandato a los diputados, si considera que no están aportando nada bueno al país.
“Así el pueblo se podrá involucrar más con la labor legislativa”, comentó Ruiz.
Pero Víctor Granados, diputado de Accesibilidad Sin Exclusión (PASE) y presidente del Directorio Legislativo, considera que el voto preferente es la opción más cercana para modificar la forma de distribuir las curules.
“El voto preferente solo implicaría una reforma al Código Electoral, trámite más rápido y donde se pueden incluir los señalamientos del TSE. Y sí, abunda en democracia”, dijo antes de afirmar que mantendrá el impulso al plan.
La discusión está cruda y los plazos indican que en el 2014 no habrá otra opción que elegir diputados con el añejo método.
Pero se impone no acelerar el paso y optar por el estudio de las opciones. No vaya a ser peor el remedio que la enfermedad.