Hablamos de textura cuando tocamos el tronco de un árbol, los acabados de una pared, la pintura en un lienzo o la superficie de una escultura, entre otros. En general, se trata de superficies que podemos tocar. Sin embargo, el término también se utiliza en la música. En este caso nos explica la manera en que los materiales musicales de una pieza se entrelazan. Estos materiales pueden ser melódicos, rítmicos o armónicos, pero también podrían ser los instrumentos o las voces. Hablamos de cualidades sonoras que se entrelazan para dar origen a la sonoridad particular de una pieza.
Una de las texturas musicales más simple es la monódica o monofónica, propia de los cantos gregorianos de la Edad Media. También lo sería una canción de cuna entonada por una madre o un coro en el que todos los integrantes cantan la misma melodía. Cuando hay varias voces, pero una de ellas sobresale y las otras son acompañantes, hablamos de textura homofónica. Ejemplos son las canciones con acompañamiento de piano o de guitarra, la música popular y algunas obras orquestales.
Otro tipo de textura con varias voces o instrumentos es la polifonía. En ella, las voces, todas de igual importancia, se mueven independientemente o se imitan. Encontramos ejemplos en los cánones o en las fugas de Bach, entre otros. Lo que es interesante es que, en obras de gran envergadura, como las sinfonías orquestales de los siglos XIX y XX, los compositores pasan de un tipo de textura a otro.
En música contemporánea no solo el entramado de las voces nos lleva a hablar de textura, sino también la orquestación, o sea, la combinación de instrumentos, lo cual ayuda a crear sonoridades y texturas especiales. Las obras de los compositores costarricenses Alejandro Cardona y Eddie Mora, podrían ayudar a entender mejor los diversos elementos que contribuyen a gran diversidad de texturas.