Francisca Hervis Reyes y su familia han perseverado en la frontera, trabajando en fábricas a más de 2.090 kilómetros de su ciudad natal. Se quedaron aun cuando la cruenta guerra entre los cárteles del narcotráfico volvieron a esta ciudad una de las más peligrosas del planeta.
Quizá no soporten las predilecciones cambiantes de la Reserva Federal de Estados Unidos.
A Reyes le pagan en pesos mexicanos, una moneda que ha estado perdiendo valor mientras la Fed, el banco central de Estados Unidos, ha indicado planes para elevar las tasas de interés este año. En el terreno árido justo al sur de la frontera estadounidense, los precios de los alimentos y otras necesidades siguen al dólar, cuyo valor ha estado aumentando. Es como si la Fed le hubiera reducido el salario.
Como millones de otras personas desde el sudeste asiático hasta África y Latinoamérica , Reyes y su familia están absorbiendo las consecuencias de un importante cambio que se está dando en la economía mundial.
Cuando la Fed elevó las tasas recientemente, añadió impulso a un torrente constante de dinero que ha estado abandonando los mercados emergentes y fluyendo hacia las costas estadounidenses. Como se esperan más aumentos este año, los países en desarrollo se preparan para el impacto: más salida de inversión, más declinación de sus monedas, más debilitamiento de sus economías.
Por mandato, la Fed responde a la gente de Estados Unidos.
Cuando los tiempos son de austeridad y las empresas son renuentes a contratar, la Fed pone el dinero más disponible bajando las tasas. Cuando los tiempos son buenos y aumenta la preocupación por los precios elevados, enfría las cosas subiendo las tasas y restringiendo el crédito.
En realidad, la Fed es el banquero central del mundo.
El dólar es el dinero usado más ampliamente como depositario de ahorros y para el comercio. Cuando la Fed reduce las tasas, hace al dólar menos atractivo, alentando a los inversionistas a buscar recompensas en otra parte. Cuando eleva las tasas, los inversionistas toman la dirección contraria, frenando el capital y vendiendo otras monedas.
En China, cientos de millones de personas que han invertido sus ahorros en bienes raíces son vulnerables si demasiado dinero sale de pronto y los precios de las viviendas descienden. En Turquía, los tenderos que han aguantado una intentona golpista, la subsecuente represión e incesantes ataques terroristas ahora hacen frente al desplome de la lira turca, que ha elevado el precio de los productos importados.
En Malasia, las empresas lidian con los costos más altos de los artículos con precios en dólares conforme la moneda local cae. En México, las familias son golpeadas por una moneda volátil que ya estaba debilitándose ante las amenazas del presidente Donald Trump de gravar los productos que crucen la frontera.
“Cada vez que el peso baja, es menos lo que podemos pagar”, dijo Reyes en una noche reciente, mientras la pálida luz del desierto daba paso a una oscuridad helada. “Estamos pensando en regresar a Veracruz. La gente está abandonando las fábricas y regresando a sus ciudades”.
Las fuerzas de la Fed pueden ser traumáticas, especialmente en los lugares menos ricos.
Conforme se desarrollaba la crisis financiera en 2008, el banco central adoptó medidas extraordinarias para mantener fluyendo el crédito. El resultado fue un aumento de la inversión en los mercados emergentes.
Más de $259.000 millones fluyeron a los países en desarrollo al año siguiente, según el Instituto de Finanzas Internacionales, una asociación comercial. De 2010 a 2015, los flujos de capital anuales hacia esos lugares promediaron $328.000 millones.
En la primavera de 2013, la Fed sorprendió a los mercados con planes para desacelerar sus esfuerzos de estímulo. Los inversionistas salieron entonces en estampida de los países emergentes, haciendo descender las monedas en Brasil, India, Indonesia, Sudáfrica y Turquía.
“El efecto de los aumentos de las tasas de interés en países emergentes es sorprendentemente fuerte”, dijo Gary Clyde Hufbauer, experto en comercio del Instituto Peterson para la Economía Internacional.
La mayoría de los economistas supone que los aumentos de tasas esperados este año evolucionarán menos drásticamente. La Fed ha anunciado sus planes, dando tiempo a los inversionistas para preparase. Muchos países emergentes han amasado reservas de dólares más grandes, lo que les da municiones contra un descenso en sus monedas.
Sin embargo, algunos países ya están resintiendo la presión.
La moneda de Turquía ha descendido alrededor de 25% frente al dólar desde mayo, y su gobierno está operando con reservas relativamente escasas. China reaccionó rápidamente con su propio aumento de tasas de interés. El peso mexicano ha estado cayendo conforme Trump amenaza con renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Dentro del mundo de las inversiones, el peso funciona como un representante de todos los países en desarrollo; aquello contra lo que se apuesta cuando los sentimientos se vuelven negativos.
“México es vulnerable”, dijo Mark Weisbrot, director del Centro para la Investigación Económica y Política en Washington.
Bloqueando las salidas
Los líderes chinos han atendido desde hace tiempo los temores en torno a un éxodo de efectivo descontrolado.
Un desplome monetario incrementaría los precios para los consumidores chinos, despertando la ira pública. Podrían estallar las burbujas inmobiliarias que se han desarrollado en muchas ciudades chinas. Eso golpearía a los bancos de China con miles de millones de dólares en pérdidas al tiempo que eliminaría la riqueza de masas de personas que han llegado a ver las propiedades como su boleto hacia el enriquecimiento.
Allen Zhang, un electricista que trabaja en una mina de carbón en las montañas del centro de China, vive en una casa modesta a orillas de Jincheng.
Zhang ha buscado complementar su salario de $290 mensuales satisfaciendo la demanda de vivienda. Ha aprovechado sus ahorros y sus habilidades para añadir seis habitaciones a su casa, rentando los nuevos cuartos.
Un comprador reciente ofreció $350.000 por la casa; una suma equivalente a lo que Zhang ganaría en las minas en un siglo. La rechazó. “Quiero más”, dijo.
Estas son las expectativas que enfrentan los funcionarios chinos mientras la Fed hace más difícil mantener el dinero dentro del país.
Durante los años 90, China ignoró las lecciones de Washington sobre los méritos de abrir los mercados de capital. Cuando llegó la crisis financiera asiática a fines de los 90 y los inversionistas retiraron su dinero de la región, muchas economías quedaron devastadas. China sufrió poco, y se dijo reivindicada.
Ante la Fed, China conserva poderes formidables para apoyar el valor de su moneda. Está sentada sobre unos $3 billones en reservas internacionales, dinero que puede usar para comprar su moneda en los mercados mundiales.
Apoyar a la moneda de China, el renminbi, conlleva controlar estrictamente quién puede sacar dinero del país, un enfoque que sofoca a los negocios. En noviembre, el gobierno decretó que las transferencias al extranjero de $5 millones o más debían ser aprobadas por los reguladores.
“El dinero en China no puede salir sin pasar por muchas revisiones”, dijo Zhu Ning, un economista de la Universidad Tsinghua.
Qué podría ir mal
En México, el peso débil ha estado elevando los precios de todo, desde los autos hasta las tortillas. Para febrero, los precios estaban subiendo a un ritmo anualizado de casi 5%, la tasa de inflación más alta de México en siete años.
El banco central de México ha estado elevando las tasas para proteger su moneda ante una posible guerra comercial con Estados Unidos.
Como la Fed está añadiendo presión, muchos analistas esperan que el banco central de México decida un nuevo aumento de tasas este mes.
Los precios del pollo, la carne de res, la leche y las verduras han subido, pues muchos de estos productos son importados de Estados Unidos. La familia de Reyes subsiste principalmente con frijoles y pasta.
Ella señala hacia una tienda al otro lado de una extensión de grava frente a su casa. “Los huevos cuestan el doble que hace seis meses”, dijo.
Dentro de la casa de bloques de concreto que comparte con su esposo, sus tres hijas y sus tres nietos, el techo está manchado por las filtraciones. Las paredes se están desmoronando. Dos ventanas están cubiertas con tablas, tras ser dañadas durante una pelea entre pandillas.
Mientras los miembros de la familia se preparaban para compartir una cama queen size , colocando su cuerpo de manera transversal para maximizar el espacio, no tenían calefacción para atenuar el frío de 6,6 centígrados.
“Usamos cobijas”, dijo Reyes, “y el amor que nos tenemos”.