La mayoría de personas que tienen alguna relación con las artes visuales sabe que existe una única Gioconda , una sola Pietá de Miguel Ángel y un solo Jarrón de girasoles de Van Gogh. Sin embargo, si a este mismo público le preguntáramos cuántas versiones de la catedral de Rouen pintó Monet, posiblemente no sabría la respuesta.
Y lo que posiblemente ignore es que Monet pintó unas veinte versiones de este motivo. ¿Devalúa en algo una obra de arte el hecho de que existan varias versiones, todas hechas por su autor o autora? Desde luego que no.
Entonces, ¿por qué se ha insistido tanto en este tema? Una teoría apunta a la fetichización de la mercancía artística y su valoración como objeto único, y no en lo que representa como propuesta en sí. Se ha entendido que la obra de arte encierra una magia como objeto, siempre y cuando se trate de uno único e irrepetible. De ahí que no se comprenda que un autor o una autora realice varias versiones de alguna en particular.
Por otro lado, el rol definitivo que juega el mercado en la valoración de las obras de arte, insiste en esta interpretación. La obra multiejemplar (litografías, aguafuertes, y demás) que en principio se considera original, se vende a precios muy por debajo de lo que cuesta un original del mismo autor. Existen excepciones a la regla : La Minotauromaquia , un grabado de Picasso, ha superado en precio a gran cantidad de obras originales del español.
Pienso que en este caso en particular, se trata de un asunto de educación e información de parte del público.
El paradigma obra-de-arte-objeto-sagrado-y-único, ya no existe.
De otra manera no podría entenderse que existan 90 latas que contienen mierda de artista del italiano Piero Manzoni, y que cada vez que sale una al mercado alcance nuevas marcas en precios (una, subastada en Milán en 2007 se vendió por $162.000).
Todas las latas son idénticas, excepto obviamente por su contenido: este dependerá de lo que hubiera comido ese día el artista.