Uno de los recuerdos que tengo de la infancia es el de mi menuda pero refunfuñona nonna disfrutando una dulce y refrescante copita del clásico licor italiano limoncello, al terminar cuanto almuerzo o cena familiar existía.
A pesar de que en Italia existen limones desde hace cientos de años y de la gran habilidad de los italianos para elaborar diferentes clases de licores, el limoncello fue inventado recién a comienzos del siglo veinte. Su origen específico no se conoce con exactitud y hay varias localidades que se pelean por su paternidad. Una es la península de Sorrento y la isla de Capri, en donde su nombre oficial es Liquore di Limone Di Sorrento IGP , elaborado exclusivamente con limones de la indicación geográfica protegida Limone di Sorrento IGP . En la costa de Amalfi encontramos el D'Amalfi Limoncello IGP Russo , también una indicación geográfica protegida.
En Riviera delle Palme, al oeste de Liguria, este licor es conocido como Limoncino , produciéndose también el Crema di Limoncino , una versión más cremosa de esta bebida. Por último, Cinque Terre, al este de Liguria, también se lo adjudica con su representante Limoncino di Levanto .
Una de las características más entretenidas del limoncello es la facilidad de producirlo artesanalmente. Basta con macerar la piel de ocho limones en un litro de alcohol al 95%, en un frasco de vidrio bien tapado durante 25 días, en la oscuridad, a temperatura ambiente y agitándolo de vez en cuando.
Luego se cuela, se le agrega un almíbar preparado con medio kilo de azúcar y litro y medio de agua, se pone en una botella de vidrio y se enfría, y ya está listo para disfrutarse.
La forma tradicional de servicio es solo o con hielo para terminar una cena o acompañando algún postre, pero también se recomienda mezclarlo con quinada o vino espumoso blanco para un refrescante aperitivo.
Mi viejita falleció recientemente, por lo que los invito a que me acompañen a disfrutar una copa de este exquisito licor en su honor.