Para muchas empresas que enfrentan cada día una mayor apertura comercial, el capital intelectual se ha vuelto uno de los elementos más importantes en su infraestructura de competitividad.
El conocimiento, como activo, ha ido sustituyendo a otros activos más tradicionales de producción como son los bienes raíces, el capital financiero y hasta la fuerza laboral. En los Estados Unidos, por ejemplo, hay más empleados que producen y distribuyen conocimiento que los que producen bienes físicos. Este cambio requiere que las empresas se vuelvan expertas en capturar, integrar y utilizar la pericia, el conocimiento y las lecciones aprendidas.
Capturar el conocimiento va más allá de lo explícito, articulado en forma de metodologías y manuales. Incluye más bien el conocimiento tácito, que es más personal, difícil de formalizar y comunicar pero que constituye la sabiduría que se encuentra en las cabezas de los colaboradores. Son ideas y know how que están relacionados con cómo deben hacerse las cosas y se comparten mejor en conversaciones.
Integrarlo significa determinar cual conocimiento es vital para el éxito de la empresa. ¿Cuál se necesita para lograr las estrategias? ¿Cuál para comprender mejor a nuestros clientes, proveedores y los nuevos mercados?
Para utilizar el conocimiento es indispensable hacerlo visible; que los colaboradores puedan rápidamente identificar las fuentes de información y más importante aún tener acceso a los expertos que, a diferencia de las bases de datos, brindan la interpretación humana y el diálogo.
Todo lo anterior debe generar en la empresa una capacidad organizacional de escuchar, buscar y compartir el conocimiento generando una sabiduría colectiva continua que facilite el crecimiento de los colaboradores y el desarrollo de productos o servicios de alta calidad y rentabilidad.