Resulta fácil reconocer los libros donde habitan los gatos: tienen siete vidas, maúllan cuando quieren ser leídos y levantan la cola de papel cuando les acarician el lomo de cartulina.
Además retozan en los techos de los anaqueles, devoran las fe de (e)rratas, nos ayudan a aruñar el tedio, desaparecen por días, semanas y hasta meses, y se frotan contra nuestras piernas cuando regresan a casa.
Es el caso, por ejemplo, de relatos como El gato negro , de Édgar Allan Poe; El gato de Dick Baker , de Mark Twain, y Gato bajo la lluvia , de Ernest Hemingway (estadounidenses); El gato que andaba solo , de Rudyard Kipling, y Tobermory , de Saki (británicos).
Los felinos literarios también dejan ver sus bigotes de tinta entre las páginas de cuentos como El paraíso de los gatos , de Émile Zola (francés), e Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar , de Luis Sepúlveda (chileno).
Colegas de estos personajes literarios de cuatro patas son El gato con botas , de Charles Perrault (francés) y el gato de Cheschire que forma parte de Aventuras de Alicia en el país de las maravillas , de Lewis Carroll (británico).
Hay que sumar los protagonistas de las novelas Soy un gato , de Natsume Soseki (japonés) y Gato encerrado , de William Burroughs (estadounidense).
Entre los lectores del escritor argentino-francés Julio Cortázar es famoso el gato callejero al que él bautizó Teodoro W. Adorno en honor al filósofo alemán del mismo nombre.
Episodios de este enemigo de los perros los encontramos en los libros La vuelta al día en ochenta mundos y en Último round .
Precisamente la última de estas obras da inicio con un texto en el que Cortázar cuenta la conversión de este gato al cristianismo.
Un gato muy modesto
También hay espacio para ellos en la poesía: El gato , poema del libro Las flores del mal , de Charles Baudelaire (francés); Oda al gato , de Pablo Neruda (chileno), y Canción novísima de los gatos , de Federico García Lorca (español).
Asimismo, son inquilinos del género de la fábula. Por ejemplo, El gato y los ratones y Los gatos y los ratones , de Esopo (griego); Los gatos escrupulosos, El gato y el cazador y La gata con cascabeles , de Félix María de Samaniego , y El cascabel del gato y La gata mujer , de Lope de Vega (españoles).
Hay que agregar la fábula El modesto gato , incluida en el libro La divina chusma , del escritor costarricense Rafael Ángel Herra.
Ese texto cuenta la historia de un gato que pensaba mal de todo el mundo. Tenía el peor de los conceptos sobre lapas, perros, armadillos, lagartos, moscas, águilas, monos, hienas, lechuzas. cerdos y gallos.
“En cambio yo –se decía resignado–, no tengo defectos: ni siquiera soy modesto”, concluye ese gato.
Músicos de jazz
Pisar el terreno de la literatura costarricense nos conduce a la novela corta Cierto azul , de Fernando Contreras Castro .
En ella encontramos a seis gatos enamorados del jazz , los cuales viven y tocan sus instrumentos en el cielo raso del Mercado Central de San José.
Asimismo, hay un gato presente en el libro autobiográfico Francisco en Costa Rica , de Francisco Amighetti.
Dicho animal forma parte del paisaje de la cocina en la que este artista realizó sus primeros trazos: con los tizones que extraía de una estufa de leña. Este gato tiene más de siete vidas, pues quedó inmortalizado en uno de los grabados de Amighetti.
“Un escritor sin gato es como un ciego sin lazarillo”, decía el escritor argentino Osvaldo Soriano. Al parecer, tenía razón.
Escritores y gatos...
Ernest Hemingway: Se sabe que este escritor estadounidense llegó a vivir, en su finca Vigía, en Cuba, con más de 60 gatos al mismo tiempo.
Alejandro Dumas: El dramaturgo francés tuvo tres gatos: Le Docteur, Mysouff I y Mysouff II. Este último se dio un banquete al devorar todos los pájaros exóticos de la casa; aún así el artista lo adoraba.
Mark Twain: Se distinguió no solo por sus obras Las aventuras de Tom Sawyer y El príncipe y el mendigo, sino también por los nombres de sus gatos: Apollinaris, Beelzebub, Blatherskite, Buffalo Bill, Satan y Zoroaster.
Édgar Allan Poe: Su gata Catarina acostumbraba echarse en su hombro mientras él escribía. Fue ella quin inspiró el cuento El gato negro.
Colette: Esta escritora francesa tuvo muchos gatos; entre ellos Saha, a la que dedicó su novela La gata.
Fuente Internet.