
E l crecimiento económico sostenido depende de que cada día el conjunto de nuestra fuerza laboral se haga más productiva. Esto implica que cada puesto de trabajo –en cualquier sector industrial– debe recibir mayor inversión en tecnología y ser ocupado por personas más calificadas.
Nuestra nación tiene un ingreso per cápita nominal de un poco más de $10.000, lo cual significa que para aumentar la productividad individual debemos generar puestos de trabajo más exigentes en cuanto a los niveles de inversión y que requieran crear valor por medio de la aplicación de conocimientos y creatividad, más que resultar de un creciente esfuerzo físico o de mayor número de trabajadores u horas de trabajo.
En nuestro caso, por el nivel de desarrollo actual, la diversificación productiva y de exportaciones alcanzada –incluyendo más de 40% de las exportaciones con alto contenido tecnológico–, y nuestra tradición como un destino de inversiones internacionales, la creación de nuevos empleos depende más que nunca de la disponibilidad de una fuerza laboral joven y altamente calificada.
En el ámbito internacional esto es cierto en las naciones con las que competimos directamente en la región, como México, Panamá, Colombia, Chile y Uruguay, y países de Europa Oriental y del sudeste asiático como Eslovenia, Tailandia y la misma China.
Aunque según el Índice de Capital Humano 2015 nuestra fuerza laboral sea más productiva y mejor educada que las de algunos de estos países, para inversiones que requieren capital humano calificado nos quedamos atrás de las naciones demográficamente grandes que cuentan con concentraciones de gente altamente calificada –aunque sus promedios nacionales sean inferiores a los nuestros– y también de naciones de la región –como Chile, Uruguay y Panamá– cuyos niveles de formación técnica y profesional ya nos superan en dimensiones importantes.
La continuidad exitosa de nuestro modelo de desarrollo depende de que logremos superar una serie de cuellos de botella. Algunos, como la infraestructura y costo de la energía, son solucionables a corto y mediano plazo si existe voluntad política para hacerlo.
Pero la solución del tema de formación y capacitación técnica y profesional, aparte de voluntad política, toma tiempo. La educación básica toma cuando menos 10 años y por encima de esto hay que agilizar en tiempo y mejorar la calidad de la formación técnica y universitaria en nuestro país.
La solución pasa por un proceso de modernización de la educación nacional que, aparte de mejorar su calidad, incluya muchos más colegios técnicos profesionales, formación técnica dual bien enfocada en contenidos en el INA y centros privados, incentivos para que crezca la proporción de jóvenes que estudian ingenierías y carreras técnicas y científicas, y para que lo hagan de manera más eficiente en términos de tiempo.
La inercia económica, política e ideológica en el Ministerio de Educación Pública, en las organizaciones sindicales del sector, en las facultades de educación y en el mismo INA es enorme. Lo es también en la educación privada dado que las carreras técnicas y científicas requieren mayor inversión por estudiante.
Necesitamos un proceso serio y profundo de modernización de la educación básica y consolidar el proceso iniciado de aumentar el número y revisión del enfoque de los colegios técnicos. Falta también redefinir los presupuestos universitarios para generar muchos más espacios en carreras técnicas y científicas.
El reciente debate sobre educación técnica dual y la presentación de proyectos en el tema en la Asamblea Legislativa son pasos importantes en la dirección correcta, pero la solución permanente requiere de mucho más atención por parte de los líderes del Gobierno, que deben atreverse a impulsar cambios en la educación pública, y del sector productivo que, para realmente ayudar, debe ser claro en cuanto a sus necesidades de capital humano.