En la edición N° 917 de EF (29 de abril-5 de mayo del 2013) publicamos un reportaje sobre la eficiencia de los bancos en el 2012. Para ello medimos, entre otras variables, el margen de intermediación financiera: la diferencia entre la tasa promedio que cobran los bancos por su cartera de crédito y el costo promedio de sus fondos.
El reportaje, elaborado por el editor Édgar Delgado Montoya y la periodista Eugenia Soto Morales, revela la existencia de diferencias muy importantes entre los bancos en cuanto a su eficiencia, ya sea porque hay bancos más eficientes que otros o por la diversidad de situaciones existentes en cuanto al tamaño de los bancos, al tipo de moneda usada en la intermediación o el segmento del mercado que atienden.
En general, el margen de intermediación financiera tiende a ser mayor para las operaciones en colones, en operaciones pequeñas asociadas a tarjetas de crédito, consumo, pequeños ahorrantes y préstamos para micro y pequeñas empresas.
A pesar la de la diversidad de situaciones, se puede afirmar que los márgenes de intermediación en el 2012 son significativamente menores de los que teníamos en el pasado. Los economistas Edna Camacho y Luis Mesalles estimaron que a finales de los años 80 e inicios de los 90 del siglo anterior el margen de intermediación estaba entre el 15% y el 23% en las entidades estatales, y entre 7% y 11% en los bancos privados. En el 2012, el margen en la banca estatal más alto no llegó al 9% y ningún banco privado sobrepasó el 7%.
La reducción en el margen de intermediación financiara nos indica que la opción de una banca mixta, donde bancos públicos compiten con bancos privados, ha dado beneficios importantes en cuanto a la reducción de costos que se han traducido en beneficios para los ahorrantes y deudores en el sistema bancario. También indica que la reforma financiera de las décadas de 1980 y 1990 dio sus frutos en el largo plazo.
No obstante, todavía falta un largo camino por recorrer. Los márgenes de intermediación imperantes el año pasado están lejos de ser aceptables si se les compara con los estándares internacionales. La reforma financiera se estancó en el presente siglo, por lo que es necesario retomarla con mayor vigor. Entre los componentes de esta reforma deberían contemplarse la reducción de los encajes, el establecimiento de un seguro de depósito para las entidades privadas y racionalizar los caros sistemas para conocer al cliente establecidos en los últimos años.
Podríamos tener un sector financiero muy eficiente para unos cuantos clientes. Por lo tanto, no solo debemos preocuparnos por la reducción del margen de intermediación financiera, sino que el país también debería tener una agenda para la inclusión financiera. En particular, es importante la inclusión en el sistema financiero de los hogares de bajos ingresos y de las micro y pequeñas empresas. Estos sectores necesitan sistemas de ahorro, préstamos y medios de pago que se adapten a sus necesidades. También requieren de educación financiera para tomar decisiones correctas y bien informadas.
Sería deseable que bancos, reguladores financieros y autoridades del Gobierno retomaran una agenda para continuar la reforma financiera en la búsqueda de un sistema más eficiente y más inclusivo.