El sol es capaz de satisfacer todas las demandas concebibles de energía. Se estima que una hora de luz es suficiente para abastecer el consumo de la humanidad por un año. Por eso, gran cantidad de científicos e ingenieros trabajan en el desarrollo de nuevos métodos para capturar y, sobre todo, almacenar esa energía.
La principal limitación de la energía solar, sin embargo, es su intermitencia. Es decir, se produce solamente cuando el sol brilla aunque se esté necesitando o no. Por eso es necesario disponer de diferentes maneras de aprovecharla cuando se produce.
Una buena solución a este inconveniente es la generación distribuida, donde las personas instalan paneles solares en los techos de sus casas y mediante una conexión a la red, hacen su aporte. Luego pagan a las compañías eléctricas la diferencia entre lo producido y lo consumido, resultando en importantes ahorros para los usuarios así como un mayor aporte de energía limpia al sistema.
Modelo amenazado
El modelo de generación distribuida ha sido bien aceptado por la población y ha experimentado un rápido crecimiento en muchos países. Sin embargo, en algunos lugares la expansión de este modelo se está viendo amenazada curiosamente por las mismas compañías eléctricas. Mediante un sabotaje solapado, las compañías disminuyen los precios de compra alegando mayores costos de operación o desequilibrios en el sistema eléctrico.
En el caso de Costa Rica, sorprende el reciente anuncio del ICE de concluir súbitamente el Plan Piloto de Generación Distribuida. En este caso, alegando la carencia de un marco regulatorio adecuado.
Este tipo de decisiones podrían ser poco estratégicas a la luz de los últimos avances tecnológicos. Hoy en día existen paneles solares eficientes y baratos que combinados con potentes baterías tipo Tesla son capaces de suplir las necesidades de la mayoría de clientes residenciales y comerciales.
Quienes cuenten con la capacidad de capturar y almacenar la energía solar podrían independizarse por completo de la red, iniciando así el ocaso del negocio de las compañías eléctricas.
Con la inminente producción de baterías Tesla a gran escala, que también se usan para automóviles, contar con este dispositivo en los hogares podría ser tan común como tener cualquier otro electrodoméstico. De manera que las familias y comercios requerirían conectarse a la red solamente en casos excepcionales o podrían incluso donar sus excedentes para el alumbrado u otros servicios públicos.
Innovación disruptiva.
La adopción de estas nuevas tecnologías tendrá implicaciones directas en el modelo de negocio de la generación y distribución de la energía eléctrica, pasando de un modelo de generación distribuida a una generación más independiente.
Para sobrevivir, las compañías deberán adaptarse a estas nuevas condiciones. Se estima que el tiempo de transición de un sistema al otro podría ser similar a la transición de teléfonos fijos a celulares.
Hay que estar atentos, porque estos grandes cambios se verán en menos de una década.