Para las empresas, innovar es una cuestión de sobrevivencia. Para las sociedades modernas, también.
Muchas empresas grandes cuentan con departamentos de investigación, desarrollo e innovación (I+D+i), los cuales deberían ser fortalecidos con incentivos indirectos. Por ejemplo, exoneraciones fiscales a una proporción de lo invertido en I+D+i.
Las pequeñas y medianas empresas, además, deberían contar con incentivos directos, para que puedan desarrollar por símismas, o aliadas a centros de I+D+i, nuevos productos y servicios de alto valor agregado.
En Costa Rica, la mayoría de investigaciones son desarrolladas por universidades públicas. Esto tiene muchos pros y algunos contras. Lo importante es que debería haber más instituciones realizando actividades de I+D+i.
Si el país aspira a convertirse en una sociedad del conocimiento y la innovación, debe empezar por crear más centros de esta naturaleza, en temas de punta.
Así, se esperaría la creación de un centro de investigación sobre ciberseguridad en el ministerio del ramo; sobre energías alternativas en Recope; sobre internet de las cosas en el ICE; sobre pediatría en el hospital de niños o sobre ciencias actuariales en el INS.
Más aún, es fundamental que las diferentes regiones del país, y no solamente la Gran Área Metropolitana, cuenten con infraestructura, recursos y personal para realizar I+D+i.
Sería estratégico que se pudieran crear nuevos institutos de investigación avanzada e innovación en las regiones, liderados por las municipalidades pero contando con el apoyo del gobierno, sedes universitarias y empresas locales.
Cada instituto contaría con un enfoque temático que potencie las capacidades regionales. Para empezar, imaginemos un instituto de biodiversidad en Osa, de tecnologías digitales en San Carlos, de Geotermia en Bagaces, o de logística portuaria en Limón.