En días pasados, los medios de comunicación difundieron imágenes de sitios naturales del país como los vemos hoy y como se verían en algunas décadas, debido a las alteraciones que sufrirían producto del cambio climático.
En Guanacaste y la zona norte la tendencia es a que el clima se torne más seco, mientras que el Caribe y el Pacífico Sur serían más lluviosos y propensos a inundaciones (los extremos opuestos de sequía e inundación a cortas distancias).
Además, se ilustra el aumento del nivel del mar, que tendría serias consecuencias en las poblaciones costeras.
Hay dos observaciones que me parece pertinente hacer al respecto de la divulgación de esa información, que trae a un escenario local las predicciones hechas por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de las Naciones Unidas.
La primera destaca un serio problema de comportamiento humano: creo no equivocarme al afirmar que esa información no conmovió a la gran mayoría de nuestra población, incluyendo la que vive en las regiones que se verían más afectadas. Tenemos serias limitaciones para reaccionar y actuar ante eventos cuya ocurrencia se proyecta a largo plazo.
La segunda observación es que, lamentablemente, el cambio climático es solo uno de varios factores que, al sumarse, han provocado una profunda alteración de las condiciones y procesos normales que han permitido la vida en la Tierra.
Hemos alterado la superficie del planeta, cambiando su cobertura natural para fines agrícolas y urbanos. A esto se añade la contaminación que provocamos. Además, la sobreexplotación de tierras, que causa erosión y degradación; y de los mares, reduciendo drásticamente las pesquerías.
Es este conjunto de alteraciones lo que provoca el “cambio global”, al que podremos adaptarnos solo si entendemos sus causas y actuamos para aminorar sus efectos.