Confieso que boté una colección completa de discos de acetato

La tecnología puede revivir viejos productos como los discos de vinilo, siempre que uno los haya conservado.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

No eran pocos. Eran varias cajas de discos de vinilo o acetatos que incluían LPs y discos de 45. Simplemente un día me decidí a no cargarlos más de un lado para otro.

Sucedió en la época cuando se compraban cassettes y empezaba el dominio de los discos compactos. En las tiendas de electrodomésticos se vendían aún equipos de radio con una o dos casseteras. Pero los equipos de sonido con tornadiscos ya no se encontraban ni en compraventas ni en casas de empeño.

Hasta el mismo walkman se había transformado en un discman.

Y ahí estaba mi colección de discos de vinilo, en un cuarto, abandonada completamente. Los compraba desde que estaba en el colegio: Michael Jackson, Led Zeppelin, Chic, Toto, The Beatles (mejor no digo cuál), Electric Light Orchestra, Earth Wind & Fire y Estrellas de 45.

Tambien Donna Summer, Carlos Santana, Village People, Pink Floyd, Billy Joel, Lionel Richie, The Commodores, Bee Gees, y Bonnie M, aparte de Pecos y Miguel Bosé. Y la lista seguía con Rolling Stone, Supertramp, Police, Eagles, Aerosmith, INXS, U2, Guns N' Roses, Europe y Scorpions.

Era una colección sin orden ni concierto, de la que salía suficiente para armar una fiesta -con sus sets de movidas y de baladas- sin repetir ninguna canción o con la que se podía pasar todo el día escuchando música en cualquier género.

Había música pop, disco, new age, rock y de esa que hoy llaman "de plancha". Hasta estaban por ahí La Banda, Manantial, los italianos, Roberto Carlos y Perales.

La colección de acetatos la reemplacé con una de cassettes y luego la de CDs. Hoy escucho lo que tengo guardado en el smartphone y respaldado en la nube, de vez en cuando algún CD: Elton John, Fleetwood Mac, Rod Steward, Eric Clapton y muchos de los anteriores en pop inglés.

Hacia ese consumo de música —en el móvil o través de Internet— vamos. Warner Music reportó recién que todavía vende CDs (en estos días uno de los que más se está colocando como pan caliente es un viejo álbum de Led Zeppelin, el sexto, por el 40 aniversario de su lanzamiento), pero ya los discos están de salida empujados por las descargas y el streaming.

Pero los que no tenían respaldo eran los discos de vinilo que uno se compraba y se llevaba de la tienda con la emoción de llegar a la casa, abrirlo, colocarlo y ponerle la aguja para escucharlo una y otra vez hasta el aturdimiento.

Como cada cierto tiempo me cambiaba de apartamento, los discos paseaban de Heredia a Sabanilla, Desamparados, Guadalupe, Tibas, Zapote y de vuelta a Heredia y a Tibas (y acá en varios alquileres).

Así fue como en una de esas seguro me decidí por regalar las cajas a algún dueño de camión de mudanzas, a algún proyecto de reciclaje o simplemente a alguien que pasaba por los barrios con una carretilla llenándola de cachivaches. ¿Qué iba a hacer con esos discos que ya no podía escuchar en ningún lado?

Lo que tenía en casa era un equipo de sonido tipo minicomponente pequeño en el que podía escuchar los cassettes. Más tarde conseguí uno de marca china que traía reproductor de CDs y era el único con cassetera.

No había nada para acetatos. Nada. Y los regalé, los entregué a alguien o los dejé botados.

Todo eso fue antes de descubrir, allá por el 2008, todo un salón de tornamesas digitales en el CES Las Vegas. Los había sencillos, otros ensamblados a muebles con diseños de principios de la era de la radio y también para quienes tienen vocación de DJ. Las marcas eran de todo tipo, estadounidenses y asiáticas en especial.

Pasé creyendo que nunca vería esos tornamesas por acá, sobre todo porque muchos de los inventos que se exhiben en el CES no pasan de prototipos y no llegan hasta los puntos de venta.

Entonces seguí al salón vecino dedicado a sistemas de audio y video para autos de todos los tipos, incluyendo de los que se usan en Rápidos y Furiosos, camionetas, de lujo y cabezales.

Todos estaban estampados por todo lado con pantallas para video: en el dash, en los techos, en las puertas, en la parte trasera de los asientos y hasta en la cajuela de atrás.

Daban la impresión de que el video sería (y lo es) dominante en el mercado del entretenimiento y que aquellos tornamesas de la sala anterior no tenían futuro. Hasta se presentaban yates y botes con lo ultimo en audio y video de alta definición.

Más tarde había publicado un reportaje sobre sistemas digitales de lujo, con MP3 y MP4, de audio que se vendían en tiendas ubicadas en centros comerciales de Escazú.

Y a pesar de todo eso, el vinilo se había vuelto de moda, como un objeto fetichista de la nostalgia. En las grandes ciudades se encontraban tiendas especializadas que vendían LPs de segunda mano.

En Barcelona -después de un día metido en el Congreso Mundial Movil- había descubierto una tienda entre las callejuelas de la zona histórica, ubicada a un lado de La Rambla. Supuse que alguien los escucharía en algún viejo equipo bien conservado.

Un día dando vueltas por un mall descubrí que los modernos tornamesas ya los vendían en Costa Rica (también habían vuelo a las vitrinas los discos LP). Lograron dar el salto de promesa de gadget a la calle. Ahora sí se podían escuchar los acetatos. Pero ni idea de qué había hecho con los míos.

Espero que en el futuro no aparezca un nuevo dispositivo digital para escuchar cassettes.