Editorial: Optimismo cauteloso

La continuidad en la reactivación dependerá de la capacidad del Gobierno en mantener la disciplina fiscal e impulsar la inversión pública y privada

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En la edición de esta semana publicamos una entrevista con el presidente ejecutivo del Banco Central de Costa Rica (BCCR) en torno a temas de la política macroeconómica del país. En este intercambio de preguntas y respuestas nuestros lectores encontrarán información de primera mano sobre la evolución de la coyuntura económica, el fundamento de las políticas adoptadas y perspectivas de su evolución para los próximos meses.

Rodrigo Cubero ha cumplido su tarea de dirigir el diseño de la política monetaria y cambiaria en un período muy difícil. Costa Rica en el segundo semestre del año pasado, después de una acumulación de diez años de déficits fiscales y de aumento de la deuda pública, estuvo a punto de caer en una suspensión de pagos de su deuda pública, con lo cual la inestabilidad económica se habría manifestado plenamente.

En medio de estas dificultades, el jerarca del Central ha sabido dirigir la política monetaria y cambiaria con prudencia para sostener la confianza en las condiciones macroeconómicas. Además de diseñar las políticas del Banco, ha sabido comunicarlas con precisión técnica y en forma didáctica. Esto es muy importante, especialmente si se toma en cuenta que el BCCR no ha contado, desde hace más de ocho años, con un vocero que combinara conocimiento económico con capacidad de comunicación.

El Banco Central ha sido exitoso en lograr su objetivo básico: mantener la inflación observada dentro de su rango meta. También ha logrado la convergencia de las expectativas de inflación dentro de este rango.

En el primer semestre del 2019 el crecimiento de la economía se desaceleró por varias razones. Consumidores e inversionistas privados se asustaron por el riesgo fiscal y pospusieron sus decisiones de gasto e inversión. Pero hay otros factores que contribuyeron a la desaceleración: el menor crecimiento de la economía mundial, la crisis política en Nicaragua que ha golpeado al sector industrial y los efectos del clima en el sector agropecuario.

En el tercer trimestre de este año se observan tres síntomas de reactivación de la economía: primero, el Indicador Mensual de la Actividad Económica (IMAE) mostró un cierto crecimiento –todavía modesto— con respecto al trimestre anterior. Segundo, el crédito –eliminando efectos estacionales— tuvo algún repunte o por lo menos detuvo su reducción. Tercero, el Indice de Confianza del Consumidor, calculado por la Escuela de Estadística de la UCR, mostró en noviembre un pequeño repunte, aunque todavía se mantiene en un nivel muy bajo.

Las señales de reactivación del crecimiento económico todavía no se transmiten al mercado laboral. La Encuesta Continua de Empleo (ECE), del INEC, correspondiente al tercer trimestre del 2019, muestra debilidad en la generación de empleo, una alta tasa de desempleo y un estancamiento en el ingreso real de los trabajadores.

El Banco Central, en forma correcta, ha disminuido su tasa de interés de política monetaria para impulsar el crecimiento económico en el corto plazo, porque la baja inflación se lo ha permitido. Esta reducción en la tasa de interés del BCCR se ha transmitido lenta y débilmente a las tasas activas del sistema financiero, de forma tal que su efecto en la reactivación se notará posiblemente el próximo año.

Recientemente, el Central decidió pagar en forma adelantada la deuda que tiene con el Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR) por $750 millones y establecer un programa de compra de divisas en los próximos 12 meses por un monto de $1.000 millones para fortalecer su posición de reservas internacionales.

Consideramos acertada esta decisión. Si bien estamos de acuerdo en que sea el mercado el que defina la pauta en cuanto a la determinación del tipo de cambio, no podemos pasar por alto que el financiamiento externo del Gobierno Central (colocación de $1.500 millones de bonos en el mercado financiero externo más los empréstitos con el BID y la CAF) están incorporando al mercado cambiario local una “oferta artificial”. Por lo tanto, si el Banco no interviene para comprar divisas, el tipo de cambio resultante no reflejaría las condiciones “naturales” de escasez de la divisa.

Tenemos claro que la compra de divisas tendrá un efecto en los agregados monetarios, porque el BCCR al comprar dólares estará emitiendo colones. Sin embargo, nos parece que el bajo nivel de la inflación da cierto grado de libertad para hacer esta operación sin poner en riesgo la meta inflacionaria.

Finalmente, con realismo se debe reconocer que después de los grandes riegos macroeconómicos del año pasado, la economía se ha encaminado en este año hacia la consolidación de su estabilidad macroeconómica e inicia un modesto proceso de reactivación. El optimismo debe ser cauteloso, porque la continuidad en la reactivación dependerá de la capacidad del Gobierno en mantener la disciplina fiscal e impulsar la inversión pública y privada. Si esto ocurre, esperamos que los frutos del crecimiento lleguen a la generación de empleo y al mejoramiento de los ingresos de la población.