Una contabilidad que va más allá de ingresos y gastos

Quien se enfoca sólo en la utilidad financiera inmediata logra una satisfacción a medias

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En toda organización pública o privada, la contabilidad consiste en el registro de ingresos y gastos, inversiones y obligaciones, para llegar al resultado de utilidades y patrimonio de los propietarios. Sin una contabilidad fiel y oportuna, la organización deriva condenada al naufragio.

De igual manera, toda entidad debería llevar, en paralelo, una “Contabilidad Trascendental”. Independientemente de ingresos y gastos, el fin último debe ser causar un impacto positivo en algo o alguien fuera de la empresa: satisfacer una necesidad, mejorar la calidad de vida o hacer un bien a otros o al medio ambiente. En esencia: Trascender.

El dueño de un negocio de comidas, después del cierre contable diario, debería hacer conciencia de que el objetivo final es alimentar a sus semejantes, acto supremo que recuerda la alimentación de los cinco mil, uno de los milagros más significativos del evangelio. Cerrar el día con ganancias satisface al propietario y sus empleados, pero también debería alegrar haber alimentado a 100 personas, por ejemplo.

La lectura de los platos recogidos de las mesas, más las quejas o alabanzas de los clientes, le permite descubrir si además lo ha hecho bien, con esmero, calidad, presentación y tamaño justo de ración.

Quien se enfoca en la utilidad financiera inmediata, sin dar mérito a la utilidad trascendental, logra una satisfacción a medias (la financiera), pero seguramente terminará perdiendo las dos, la financiera y la trascendental.

Luis Javier Castro, socio fundador de Mesoamérica, y empresario del año por El Financiero indicó: “…las empresas realmente exitosas son las que saben que su propósito va más allá de producir utilidades.” (EF, 18/11/20).

El bien ajeno

En efecto, toda organización debe meditar sobre cuánta trascendencia conlleva su labor. Un fabricante o vendedor de ropa: vestir y abrigar a las personas. Un hospital: sanar enfermos (otra referencia inequívoca a los evangelios). Un banco: facilitar que las personas puedan hacerse de una casa, o que una empresa se forme y genere trabajo a muchos. Una escuela: formar e inculcar nobles valores para convertir a los niños y niñas en personas de bien. Un hogar de ancianos: proteger y honrar merecidamente a nuestros mayores.

Habrá organizaciones con mayor contabilidad trascendental que otras. Y en el extremo, las que pueden tener una trascendencia reducida o hasta negativa, pese a tener utilidad financiera. La fábrica de cigarros o el narcotráfico, respectivamente, podrían ser ejemplos.

Alguien dirá que solo buscar el bien ajeno, implicaría sacrificar todo en favor del cliente o la sociedad sin generar rédito económico. Tal empresa moriría, y tampoco es el objeto. Tanto la contabilidad financiera como la trascendental, deben tener perspectiva, es decir, permanecer en el tiempo.

En otro extremo, una empresa cuyo norte sea solo maximizar utilidades, a costa de condiciones deplorables de salud, horarios y remuneración de sus trabajadores, evadiendo impuestos, o engañar en pesos y medidas, es una empresa sin trascendencia, opaca y de alto riesgo. Más temprano que tarde, perderá la lealtad de los empleados, del cliente, de la comunidad y estará expuesta a penas y pérdidas.

Richard Beck, empresario insignia de las últimas décadas, por su compromiso ético sentenciaba: “Si alguien es incapaz de tener éxito o fortuna basado en conductas correctas, entonces no tiene derecho a llamarse empresario, porque entre él y cualquier delincuente no habrá ninguna diferencia.” (EF, 9/05/20).

Cada uno de nosotros, propietarios o trabajadores, debe valorar cuanta trascendencia tiene, en nuestros semejantes o en el medio ambiente, lo que hacemos cada día, y con cuánto compromiso lo hacemos. Puede que nos encontremos mediocres o hasta mezquinos en nuestro aporte.

Como personas u organizaciones, esto debe motivarnos a enderezar el rumbo, o complementar con productos o servicios que aumenten esa contabilidad trascendental. Entonces, la utilidad financiera, vendrá por añadidura.