A la heladería Dulce Italia le tocó enfrentar dificultades una vez tras otra y las fue superando

“El motor ha sido el apoyo de la familia, de los clientes, de los proveedores, de los colaboradores e incluso de las amistades”, dice la fundadora

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Carmen Vega y su hijo Daniel Madrigal crearon la heladería y repostería Dulce Italia primero en Granadilla, al este de San José, pero debieron trasladarse a San Miguel de Desamparados, un cambio que fue clave para su negocio. No es la única situación que han enfrentado, pero ante todas siempre mantuvieron la misma constancia y tesón.

“El motor ha sido el apoyo de la familia, de los clientes, de los proveedores, de los colaboradores e incluso de las amistades. Se requiere trabajar en equipo, hacerlo con pasión y saber que siempre uno se puede levantar”, dice Carmen.

La idea la comparte su hijo. “Siempre hemos buscado hacer las cosas bien. Los clientes ven que nos preocupamos por lograrlo”, reitera Daniel. Él tiene claro el cambio del consumidor. “Lo que hay es muy comercial. La gente busca algo distinto”.

Hace diez años a Carmen le diagnosticaron un cáncer. Al año siguiente, falleció su mamá, María Dolores Astúa. Un año después la despidieron del trabajo, una distribuidora de plásticos agrícolas, donde había trabajado durante veinte años en el área administrativa y financiera. Tenía cuarenta y seis años.

A esa altura era difícil que la contrataran en otra compañía. Coincidió que Daniel acababa de concluir la secundaria y en sus perspectivas no estaba trabajar para nadie. Carmen estaba analizando qué hacer con la liquidación y vieron la oportunidad de reencontrarse, iniciando su propio negocio.

“Fue lindo porque la idea vino de él”, destaca ella. Entendieron, además, que se complementaban. Daniel con su energía, actualizado en redes sociales y facilidad para reconocer los cambios en el mercado. Ella con experiencia y conocimiento en administración de empresas. El problema es que no sabían en qué iniciar un negocio.

Empezaron a explorar. Un día Daniel encontró una gelatería, una tienda especializada en fabricar y vender helado. Les llamó la atención que la presentación de los helados era distinta.

Empezaron a investigar y encontraron a un empresario italiano que tenía una gelatería y estaba dispuesto a venderles el helado. Lo demás fue buscar equipos y un lugar que quedará cerca de donde vivían. Lo encontraron, después de tocar varias puertas, en un centro comercial de una tienda de conveniencias en Granadilla a finales de 2015.

El mercado parecía prometedor. Se encontraba en una zona residencial, con una amplia población de todas las edades, con capacidad de compra y con clientes que habían viajado y conocían el concepto. Pero había una dificultad.

Los clientes iban a primera hora de la mañana por las compras del desayuno y regresaban hasta la noche, por las compras nocturnas o para el siguiente día. En el horario de Dulce Italia llegaban pocos clientes. No era el único problema.

Daniel y Carmen sabían que debían estar atentos a las demandas de los compradores y los adultos, que acompañaban a los menores, empezaron a preguntar por café. Daniel, a quién no le gustaba el café, se capacitó en barismo y le encantó descubrir los sabores de especialidad. Compraron una máquina para ofrecerlo. No funcionó.

Solo que el centro comercial sólo les permitía la venta de los helados para mantener la diversificación de la oferta. “Estuvimos seis meses ahí”, cuenta Carmen. “Teníamos que pagar alquiler y no nos daba para los salarios. Fueron meses duros y largos. Empezaron a ver qué hacer”. Reiniciaron la búsqueda de locales en otros centros comerciales.

En San Miguel de Desamparados habían construido el centro comercial Expreso. Antes de abrir en Granadilla, Daniel les había enviado tantos correos y realizado tantas llamadas telefónicas como le fue posible. Otra vez, ahora con la perspectiva de tener que cerrar la gelatería, volvió a insistir y les respondieron. Se trasladaron en agosto de 2016. “Entramos obviamente un poco asustados, de cómo nos iba a ir”, reconoce Carmen. Además, se habían agotado los recursos.

El papá de Carmen, Carlos Vega, les apoyó para la remodelación del local, pero falleció dos semanas antes de la inauguración. “Eso es una motivación que no nos permite caer”, dice Carmen.

Sus vecinos ahora eran Pops, pastelería Merayo, Walmart y EPA. El inicio fue prometedor, pero pronto abrió un McDonald´s y resintieron el golpe en la venta de heladería.

No los amilanó. Se instaló una pequeña repostería con el cuidado de que no compitiera con Merayo e introdujeron café. Se adaptaron, enfocándose en los clientes que querían probar algo distinto. El negocio fue creciendo ayudado por las referencias de los clientes. El menú se fue ampliando también. Solo que para alguna repostería no encontraban proveedores.

Daniel se puso a aprender. Iba a prueba y error. Actualmente todos los productos los hace la misma Dulce Italia, con dos excepciones. El panorama del negocio cambió. Pero exactamente en ese preciso momento se vino la pandemia y con todos sus males.

Al esposo de Carmen, Luis —que los había sostenido cuando el negocio no fructificó en Granadilla y hasta ese momento en la primera época en Desamparados— lo despidieron del trabajo en Florida Ice & Farm donde trabajaba como representante de marca. Se juntó todo.

Una cafetería que habían abierto con familiares año y medio antes, que atendía Daniel y un primo, tuvieron que cerrarla.

No sabían qué hacer. El temor de que no lo iban a lograr se apoderó de nuevo de ellos. Como muchas empresas, resistieron. Empezaron a trabajar con pedidos y entregas a domicilio. El esposo de Carmen se encargó de las rutas y las entregas. El centro comercial les dio chance para los pagos. Los clientes incluso pasaban y les preguntaban cómo estaban haciendo y compraban. Fueron muestras de solidaridad que Carmen no olvida.

Todos los viernes esperaban la conferencia de prensa del Ministerio de Salud para ver si se podía recibir clientes. En ese momento tenían a una sobrina y una hermana de Carmen colaborando en la heladería. No sabían si podían llamarlas de regreso o no. Les pagaron vacaciones hasta que no se pudo más. Los malos momentos retornaron y no se iban.

En enero de 2021 empezaron a ver más movimiento. Pero la misión sigue siendo la misma: mantenerse a flote, pagando lo básico. Carmen dice que desde hace dos meses hay más afluencia. Hay clientes que se acercan, hacen la fila y esperan. No les incomoda. A algunos más bien les llama positivamente la atención que tengan que esperar porque ya hay clientes. Todos quieren ver signos de que se va viendo una salida al final del túnel. Incluso Luis fue contratado en otra empresa de licores hace poco más de un mes.

Lo que han hecho ha sido sin redes sociales. Es su tarea pendiente, tener más actividad en sus páginas en Facebook e Instagram. También están explorando ofrecer desayunos y almuerzos, pues hay demanda y poca oferta en la zona. El centro comercial, ante la situación, estaría abierto dada la situación.

El menú fue evolucionando y ahora incluye desde el helado italiano o gelato, repostería artesanal, café de especialidad, bebidas frías hasta sandwich (con pan artesanal: de hongos y cebolla caramelizada, jamón y queso, entre otros). Para consolidar la actual e introducir la nueva oferta deberán hacer espacio dentro del local.

“Hemos ido adaptándonos”, dice Daniel.