La génesis de un negocio: cómo se fundó el Gato Azul, un servicio a domicilio de cuido de mascotas

Con tutoriales de academia e incubadora Carïcaco, Karen Fallas fue definiendo su emprendimiento y servicio, incluyendo la cobertura, los precios y la estrategia de redes sociales y sitio web

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La pasión es parte del secreto para iniciar un negocio y es el origen de Gato Azul, que ofrece cuido de mascotas —perros y especialmente gatos— a domicilio cuando sus propietarios tienen que viajar por vacaciones o trabajo.

“Tenía tres ideas, buscando algo que funcionara y que me gustara para sentirme motivada. Me encantan los gatos. También adopté una perrita y me gustó”, dice Karen Fallas, fundadora de Gato Azul.

Karen es diseñadora gráfica y trabaja en forma independiente. Desde marzo de 2020, cuando inició la pandemia, los contratos empezaron a escasear.

Primero fueron los clientes del sector turístico los que detuvieron los contratos, pues esta industria fue una de las que recibió el golpe directo del cierre de fronteras en el país y en los mercados europeo y norteamericano, de donde vienen la mayoría de visitantes a Costa Rica.

Una institución a la que también le realizaba trabajos hizo lo mismo.

Fue cuando se encendieron las alarmas. Karen había vivido la crisis de la época de Carazo y, como la mayor de seis hermanos, recuerda las congojas que vivieron su padre y su madre.

Ella es casada y tiene dos hijas, una de las cuales ya estaba trabajando antes del inicio de la pandemia y otra está terminando la tesis de la universidad.

El esposo, Juan Carlos Morales, trabajaba en 2019 como jefe de logística de un rent a car, pero la baja de la demanda desde hace tres años lo cesaron. Él inició entonces su propio emprendimiento llamado Grúas Optimus con una plataforma para transportar autos que quedan varados y para los mismos rent a car, cuando un cliente deja un vehículo en algún sitio. Con la pandemia tuvo que enfocarse en talleres mecánicos cercanos; además, brinda servicios de reparación de autos clásicos.

Para iniciar un negocio se puede tener apoyo de diversas iniciativas, como en el caso de los emprendimientos Nova Terra y Rustica Sazón que recibieron asistencia de la organización no gubernamental Junior Achievement Costa Rica.

Nova Terra fue impulsado por jóvenes del último año en el Colegio Técnico Profesional de Educación Comercial y Servicios, en Sabana Sur, quienes crearon un papel energético —con insumos de manzana, banano, semillas de girasol, orégano y menta— con el que se confeccionan cuadernos y separadores. Cuando estos productos cumplen su vida útil puede ser ingerido por las abejas.

Rustica Sazón es un proyecto que Berta Jaimes inició en 2018 al quedar desempleada. Ella produce mayonesa al público vegano y la vende en las ferias del agricultor de San Isidro y Santo Domingo de Heredia.

Durante la pandemia también han surgido plataformas para contratación de servicios domésticos de limpieza o reparaciones, como Mawi y Tenndo.

Con tutoriales

Karen, por su parte, vio un curso en abril de 2020 para iniciar un negocio que ofrecía la academia e incubadora de emprendimientos Carïcaco. Se inscribió y empezó a recibir, a través de su correo electrónico, el tutorial con el cual se iba definiendo y organizando el proyecto de emprendimiento.

Los tutoriales incluían tareas que había que completar. Si se tenía alguna duda, se podía hacer consultas incluso por WhatsApp.

Karen dice que fue muy intenso y a veces no daba tiempo. Una de sus ventajas era que, realizando trabajos para distintos clientes, había diseñado proyectos de negocios, por lo que conocía la dinámica.

Lo dejó un tiempo en stand by, pues confiesa que iniciar un negocio “da un poquillo de miedo”, pero lo retomó en setiembre pasado al ver que la situación no mejoraba.

Aprovechó también los cursos de marca personal y de estrategias de emprendimiento.

Para el servicio de diseñadora, que mantiene, ella trabajaba en una oficina que tiene a la par de su casa en Desamparados. Entonces decidió alquilarla, para obtener algunos ingresos. Pero cuando pasó la computadora algo ocurrió.

“Es una distancia de cinco metros”, cuenta Karen. “Se perdió todo el trabajo del proyecto de negocio que había hecho”.

Como tenía los correos con los tutoriales guardados, fue paso a paso rearmando el proyecto y acordándose de lo que había escrito, incluyendo la estrategia para redes sociales y los textos para el sitio web.

Lo que sí perdió fue la investigación que había realizado.

Tenía dudas, sin embargo. Al inicio no le vio potencial al negocio de cuido de mascotas, pues durante el confinamiento y buena parte del año 2020 las personas permanecían en sus hogares. “Pero eso iba a acabar en algún momento”, pensó entonces Karen.

Desde junio y julio anteriores la gente empezó a salir a la playa y a la montaña. Empezaron a necesitar una solución para cuando no podían llevar a sus mascotas. Los gatos, por ejemplo, se estresan mucho en viajes en auto y cuando están en sitios que no conocen, por lo que es más difícil llevarlos a un paseo.

Si alguien —en especial de confianza— les brindaba un servicio de cuido, la familia o las personas propietarias de la mascota iban a poder viajar con tranquilidad y paz.

En enero de 2021 Karen redefinió los servicios, el público al cual se dirige (incluyendo la buyer persona, que es más específico), los costos y la cobertura, cuidando la rentabilidad. También confirmó las tarifas de servicios similares, como los de hoteles de mascotas, por lo que vio que se habían mantenido y luego los aumentaron.

La siguiente tarea fue diseñar el sitio web, para lo que utilizó la plataforma Wix, que le ofrecía un plan de $34 por dos años e incluía dominio, y fue definiendo la estrategia de comunicación digital. Además, se actualizó en gestión de contenidos en Instagram y publicidad en Facebook en la Escuela de Community Manager, donde ya había llevado el curso de gestión de redes sociales.

Lo demás fue empezar.

Karen brinda el servicio de cuido de mascotas a domicilio en Tres Ríos, Curridabat, San Pedro, Sabanilla, Guadalupe, Moravia, Tibás, Santo Domingo de Heredia, Escazú, Pavas y Sabana.

La persona la contacta y ella la visita para confirmar la dirección, conocer a la mascota, llenar un formulario y recoger las llaves. Los costos por día van desde ¢10.000 según la cantidad de visitas que deba realizar y de mascotas, pero brinda descuentos en casos de más días y un número mayor de animales.

En el formulario se apuntan las horas de comidas y si requieren atención especial, entre otras indicaciones. Es usual que se le pida regar las plantas o el jardín, encender luces e incluso sacar basura.

Ella no se queda en la vivienda. Acude a la hora indicada para dar alimento a las mascotas, jugar con ellas (especialmente con los cachorros, para que queden agotados), cambiarles el agua, darles el alimento y acicalarlos. La llaman para casos de perros e incluso habilitó un espacio en su casa para hospedaje si se lo piden.

La llaman porque la familia o la persona tiene un viaje de vacaciones el fin de semana e incluso por viajes de trabajo y cuando la persona debe hospitalizarse.

“A finales de enero fueron los primeros cuidos”, dice Karen. “Ahora estoy generando la marca personal, cuidando mascotas de gente conocida o de personas a las cuales alguien conocido les da la referencia”.

Karen piensa que el proyecto podría ser más amplio y que la plataforma serviría a otras personas, bajo el modelo original de economía colaborativa, para que generen ingresos. Solamente se cobraría una cuota para mantener la página web y un community manager.

Eso sí, tendrían que ser personas autorizadas, por lo delicado del servicio tanto para el cuido de las mascotas como la responsabilidad en las viviendas.

Parte del compromiso que se establece es enviar videos o fotos a los propietarios de las visitas para que estén tranquilas y como una forma de monitoreo de su cumplimiento.

Demanda del servicio hay en el mercado.

El mismo día que lanzó el sitio web la llamaron para cuidar una mascota. Desde entonces, todos los sábados y domingos está ocupada. “El fin de semana pasado incluso cuidé un perro”, dijo Karen.