Se dedicaba al trabajo en casa: un día sembró remolacha en el patio, fundó Vegetales El Cerro y hoy le vende a Walmart

Vera Gómez está por cumplir 60 años de edad y empezó hace sólo tres años con los cultivos

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“Voy a cumplir 60 años de edad”, cuenta Vera Gómez, propietaria de Vegetales El Cerro, ubicado en Paso Ancho de Oreamuno de Cartago. “La edad es un número, porque hay que hacer de todo. Disfruto mucho lo que hago”.

Vera, quien tiene cuatro hijos, se dedicaba al trabajo en el hogar. Hace 21 años quedó viuda y se dedicó a vender tamales junto con una vecina. Luego conoció a su actual esposo, Carlos Marín, que se dedicaba a bienes raíces y tenía una finca dedicada a toros de cría y caballos de carrera, así como tenía chancheras para crianza de cerdos.

Vera empezó varias actividades siempre pensando en su hogar. Empezó a tener gallinas para vender huevos. Pasó de 250 a 5.000 aves y sacaba 70 cartones al día, que vendía a panaderías, carnicerías, sodas y amistades. Pero ella quería hacer algo más.

Hace cuatro años, Vera compró unas semillas y empezó a sembrar remolacha en el patio de la casa, pensando en el consumo de la casa. Aunque ella viene de familia agrícola, nunca se había dedicado a cultivar.

Cuando tenía diez años ayudaba conduciendo a los bueyes o cuando había que deshierbar.

“La agricultura es algo con lo que uno nace”, recuerda Vera. “Toda la vida me ha gustado. Veía a alguien sembrando y pensaba que ojalá me dejaran trabajar aunque no me pagaran. Mucha gente dice que la cocina es su bendición, pero para mí es el campo”.

Carlos le planteó que tomara un terreno de la finca. La primera cosecha de remolacha, la vendió. La segunda, se la robaron y tuvo que contratar a un muchacho que todavía trabaja para ella.

Siguió y pasó de media a doce hectáreas. Sembraba lo que sus hermanos sembraban en sus fincas. Los resultados eran contradictorios.

Unas veces le iba bien y otras “más o menos”. Fue aprendiendo sobre plagas preguntándole a la gente, pero lo que más aprendió fue que los que saben siempre le decían la mitad de las cosas.

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A veces alguien le sugería qué sembrar y los resultados también eran bien una vez y otras no tan bien. Así pasó desde 2017 hasta 2020. Producía y vendía a intermediarios. Pero ella quería vender en supermercados.

Uno de sus clientes era una empacadora proveedora de Walmart. Vera se dio cuenta porque, como parte de las labores de auditoría de calidad de la cadena, recibía visitas del dueño de la empacadora y de los ejecutivos de las firmas de supermercados.

Ella le comentaba su idea a otras personas, pero los comentarios de ellas siempre la echaban para atrás.

—Cuesta mucho venderle a los supermercados y a Walmart.

Vera desconocía que la empresa le podría ayudar. Hasta que un día le explicaron cómo funcionaba.

—¿Por qué no nos vende directamente?— le preguntó una ejecutiva de Walmart que la conocía de las visitas con el dueño de la empacadora.

Vera inició el proceso de asesoría con Walmart para ingresar al programa de esta cadena denominado Tierra Fértil, que promueve la venta directa de los productores a la firma, recibe asesoría en mejores prácticas y acceso a tecnología de bajo costo.

Walmart cuenta con dos programas para pymes agrícolas y de manufactura, Tierra Fértil y Una mano para crecer, en los que participan 410 empresas. Tierra Fértil, para el cual se proyectaba una inversión de al menos $20.000, tiene como propósito asegurar a los productores el acceso al mercado, compras directas y asesoría técnica a iniciativas con ventas totales menores de $1,5 millones al año.

En febrero anterior la firma indicó a EF que, como parte de la estrategia del 2021, en el primer semestre del año acompañarían a cinco pymes lideradas por mujeres en sostenibilidad y procesos productivos amigables con el medio ambiente.

Vera necesitaba más terreno y el esposo le dijo que tomara otra parte de la finca. Además, había que hacer algunos acondicionamientos.

Hubo que construir un planché, colocar identificaciones a las bombas de fumigar para evitar equivocaciones, acarrear agua desde un pozo de la finca y hacer su análisis, implementar reciclado de envases y empezó a utilizar insumos orgánicos aprovechando desechos de ganado y de las gallinas (todavía mantiene 600 aves).

Se colocó también un trampeo, un tarro —colocado en una estaca— con melaza o piña para atraer y atrapar insectos como moscas, gusanillos o la palomilla blanca que afecta las hojas de las hortalizas. Otro cambio fue con el cultivo, una empacadora para el brócoli y un vehículo para hacer la entrega.

En lugar de sembrar lo que sembraban otros o de seguir consejos que le daban, con buenas intenciones pero con poco acierto y menos fundamento, ahora se dedicaría a cultivos de acuerdo a lo que necesitarán los clientes.

Los ejecutivos de Walmart le recomendaron sembrar brócoli y repollo. Además, siguió las recomendaciones sobre el peso de cada unidad y cómo alistar la entrega. Carlos ayudó con el vehículo. Y empezó a hacer las entregas hace un año, en junio de 2020.

Al inicio se entrega lo que se producía, sin ningún compromiso ni rol con Walmart. “Me preguntaron cuánto podía entregar y lo aceptaron, luego se definió un rol”, cuenta Vera. Se fue acomodando. Hoy sabe cuánto debe sembrar y entregar cada semana por producto.

A veces podía hacer alguna recarga y entregar un poco más (cuando la cosecha se ve favorecida por algún factor climático, por ejemplo), pues la idea es no botar nada.

Actualmente realiza tres entregas por semana y si queda le puede vender a unos muchachos que venden en el Centro de Abastecimiento y Distribución de Alimentos (Cenada).

Vera analiza lo que debe sembrar y cuánto, se encarga de los almácigos (sitios donde se siembran las semillas para trasladar luego las plantas pequeñas), del riego, trabaja en la recolección y hasta va a realizar la entrega a la planta de Walmart.

La producción, de hecho, aumentó y el cultivo se extendió y hasta tuvo que adquirir una parcela de 2,5 hectáreas cercanas, dedicadas a sembrar repollo, brócoli, maíz dulce, culantro, zanahoria, cebolla, hinojo, zapallo, zucchini y vainica que ahora se comercializan en los Walmart, Masxmenos, Maxi Palí y Palí.

Actualmente cuenta con diez personas colaboradoras, con cambios dependiendo de las fluctuaciones naturales en las épocas de cultivo y de cosecha. También invirtió en maquinaria, equipo e instalaciones.

La ventaja es que recibe un pago puntual y completo, además que obtiene un mejor precio que con los intermediarios. Por ejemplo, en minivegetales la diferencia es de ¢800 por kilo. Y entrega cada semana unos 2.000 kilos de repollo, 1.000 kilos de brócoli, 80 kilos de hinojo, 600 unidades de zucchini y 80 bandejas (de seis unidades cada una) de zapallo.

Ella no prevé alejarse y más bien espera crecer para darle trabajo a más personas de la comunidad.

“Quiero vender a otros supermercados”, dice Vera. “Cumplir con Walmart y luego venderle a otros y que los consumidores conozcan el producto y que se hace con amor”.

Para lograrlo, planea registrar su marca, incrementar la empacadora, instalar un invernadero y tener dos o más camiones para entrega de productos.

Atrás quedaron los tiempos en que por ser mujer no la tomaban en cuenta, los intermediarios no llegaban, después de haberse comprometido, o le ofrecían precios muy bajos y en que, incluso en la familia, no creían que fuera llegar tan lejos o pensaban que se iba a aburrir.

“Todas las mujeres podemos”, afirma Vera. “Hay mujeres que deben sacar a sus hijos y tienen tiempos muy duros. Se puede empezar con poquito. Somos capaces y más detallistas. Tengo muchos sueños. A veces me pregunto porqué no empecé antes”.